«Salvamos a un hombre de morir; la mejor operación de mi vida»

I.E.
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Carlos fue uno de los agentes de la Guardia Civil que trabajó en la investigación del secuestro de Ortega Lara, en enero de 1996

El taller de Mondragón en el que Ortega Lara permaneció 532 días. - Foto: Ángel Ayala

En 1990 -tres años después de ingresar en la Guardia Civil- Carlos (que no revela más datos sobre su identidad porque todavía se dedica a tareas de Información) llegó al cuartel de Intxaurrondo (San Sebastián) para involucrarse de lleno en la lucha contra ETA, en la época dura de la banda, en la que se perdía la cuenta de los asesinatos que cometía el grupo terrorista. Fue uno de los agentes que se puso a trabajar en la investigación del secuestro de Ortega Lara, en enero de 1996. 

Pero en la pugna contra ETA las investigaciones no eran independientes, «se interconectaban» -explica- porque los hallazgos llevados a cabo en una operación «eran pistas que podían llevar a los autores de un atentado o de un secuestro, a un hilillo de donde tirar». Él y su grupo se hallaban inmersos en la búsqueda de los raptores del empresario Julio Iglesias Zamora, que sufrió el secuestro de la banda entre el 5 de julio y el 29 de octubre de 1993. Y, al principio, ni siquiera buscaban a Josu Uribeetxeberria Bolinaga, ignoraban su existencia. «Sería en mayo de 1997 cuando enganchamos la pista buena, la definitiva: un escrito de un dirigente etarra detenido en Francia que hablaba de una entrega de dinero a un tal 'Bol'», recuerda. Esos datos se cruzaron con otros documentos en los que aparecía el apellido «Ortega vinculado también a esas letras, 'Bol'», y en ese momento supieron que Bolinaga se hallaba detrás del secuestro. 

Nada más detectar a este terrorista, los agentes de Información de Intxaurrondo dieron con la nave de Mondragón, localidad en el que vivía el propio Bolinaga. Empezaron a hacer seguimientos discretos a este etarra y a sus compañeros de comando, Xabier Ugarte, José Miguel Gaztelu Ochandorena y José Luis Erostegi Bidaguren, Y comprobaron que acudían mucho a ese taller del polígono del municipio guipuzcoano. «Y entraban con comida y ellos no comían allí, pero salían con bolsas de basura con restos de alimentos; algo no cuadraba», advierte. 

El 30 de junio de 1997 se toma la decisión de explotar la operación, de detener a todos los integrantes del comando y acudir al taller. «Cuando soltaron a Cosme Delclaux nos dejaron un poco desconcertados, pero seguimos a lo nuestro, aunque se tardó más de la cuenta porque Ugarte llegó muy tarde a su casa y había que cogerlos a todos a la vez y en sus camas, no nos podíamos permitir un tiroteo».

Cuando sobre las 6,30 de la madrugada del 1 de julio recibió el aviso en su busca de que Ortega Lara había sido hallado, tras muchas horas de «tensión y la adrenalina rebosante», Carlos y todos los compañeros respiraron. «Fue bestial, la mejor operación en la que he participado, porque salvamos a un hombre de la muerte», resume.

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