Esther Alonso

Ser o Tener

Esther Alonso


Gris

16/06/2021

Además del tamaño, el color es importante. En una sociedad en la que la dinámica de la actividad política se empeña en situar al ciudadano en el norte o en el sur, en el conmigo o contra mí, o en el blanco o en el negro, yo me quedo en el gris. 
Desde el gris se perciben muchas más cosas. Se advierte, por ejemplo, que mal hacen su trabajo quienes, en vez de llegar a acuerdos en las Cortes, toman la calle, como si también les perteneciera. Se nota cuando los jueces quieren ser quienes gobiernen y cuando quienes nos gobiernan quieren ser los administradores de justicia. Se descubre que el Senado no funciona, porque no lo hace el sistema de autonomías, en las que la fuerza de las siglas se impone siempre, como en la Cámara Alta, sobre los gobernantes y los gobernados.
Desde la zona neutra se descubre que si cada vez hay que repartir más porcentaje de los sueldos entre compañías suministradoras de energía que lo más verde que tienen es el color de su dinero; operadores de voz y datos que hoy dicen que te cobran un precio y mañana te atracan y lo multiplican; entidades bancarias sin mostrador; aseguradoras con las que no puedes dar nunca nada por seguro; y distribuidoras de grandes superficies con ofertas que quizá permitan pagar el incremento imprevisto de alguna factura de luz o de gas; apenas si queda algo para gastar en las empresas más cercanas, las más sensibles y sostenibles.
Desde el gris que coge un poco del blanco y un poco del negro, se vislumbra que la lentitud de la Administración ahoga a las familias sin recursos y a las empresas con problemas. Que, como apunta Cáritas, tener un hijo convierte a los ciudadanos en personas más vulnerables, pero no tenerlos nos conduce hacia sociedades deshumanizadas. 
Desde mi color favorito observo cómo las promesas de apuntalar desgastados pilares del estado del bienestar como la educación y la sanidad, que nos fortalecen como sociedad y nos potencian como personas, siempre son más débiles de lo que se anuncian. Y que los valores democráticos, como la igualdad y la libertad, que nos empoderan como ciudadanos, y nos elevan como nación desarrollada, se parecen más a los eslóganes publicitarios de cualquier marca de compresas que a aspiraciones reales.