Esther Alonso

Ser o Tener

Esther Alonso


Cuarto Poder

03/04/2024

Entre tanta intoxicación demagógica. Entre tanto discurso de odio y retórica del insulto. Entre tanta opinión pública avergonzada de la opinión publicada y tanto espectáculo de la confrontación y la disensión, es difícil continuar creyendo en que la política sea capaz de solucionar más problemas que los que crea. 

Intervenciones, discursos, declaraciones más o menos ingeniosas en el verbo no van nunca más allá del impacto mediático y lejos de procurar el razonamiento ideológico, suponen una verdadera ruleta rusa para quienes, por la naturaleza de su personalidad, tienen más dificultades para distinguir entre el circo en el que se ha convertido el debate de lo público de los verdaderos principios de la confrontación política. Y una auténtica desesperación y hastío para quienes sí son capaces de hacerlo. 

Amnistía, corrupción, Marruecos o el tren directo Madrid-Burgos…, lo mismo da un asunto que otro de la agenda pública, cualquiera de ellos es susceptible de abordarse desde un punto de vista razonable o absurdo, solo depende de la oportunidad. Y la oportunidad, hoy por hoy, es el delirio. O en él y a partir de él, al menos, es donde se pretende mantener entretenidos a los públicos de sus insensatos discursos, para que no entren a estimar el valor de sus propuestas.

Es difícil aventurar cuánto tiempo va a extenderse esta situación, pero su duración en el tiempo es directamente proporcional a la pérdida de confianza en las instituciones e inversamente al fortalecimiento de los valores democráticos y principios constitucionales. Y por eso mismo es muy peligrosa. 

No se trata de no discrepar. Al contrario, diferenciarse del adversario político es fundamental. Pero hacerlo desde la escucha al otro, desde el diálogo, desde el respeto a la pluralidad de opinión, desde la diversidad de perspectivas y desde la verdad, aunque esta sea subjetiva, es el deber de los participantes en el debate público, sea cual sea su poder: ejecutivo, legislativo, judicial o ese cuarto del que tanto se presumía hace unas décadas y que hoy por hoy, en vez de controlar a los otros tres, corre el riesgo de convertirse en su siervo, y en vez de ofrecer luz sobre el tapete democrático, alimenta su esquizofrenia.