Jesús de la Gándara

La columnita

Jesús de la Gándara


Pasiones políticas

20/11/2023

Cuando los políticos se convierten en el centro de la política, dejan de ser políticos en el recto sentido de la palabra. Cuando el propósito de su trabajo es ellos mismos, lo que hacen, lo que dicen, lo que piensan, y no lo que legislan, gestionan, construyen o destruyen en favor del pueblo, entonces se convierten en actores o cómicos, divos o titiriteros de la farándula política, llegando a veces a tal grado de artefactación en sus representaciones que caen en la farsa y la ficción. Entonces los Hemiciclos simbólicos de la Gran Política se convierten en teatros dramáticos o circos insolentes que concitan una inusitada emoción y una gran resonancia en los medios de comunicación, hurtando a la verdadera política el sitio que debería ocupar -dicho sea con el máximo respeto por los profesionales de las artes escénicas-. 

Eso es importante porque la política siempre está cargada de afectividad, nos impele a sentir y a hacer. La afectividad es el conjunto de sentimientos, emociones y pasiones de una persona. Los sentimientos son estados afectivos suaves e íntimos, positivos o negativos que nos agradan o disgustan, nos complacen o duelen, como el amor. Las emociones son estados afectivos más intensos que nos conmueven por dentro y nos remueven por fuera, es difícil contenerlas e imposible ocultarlas, como el enamoramiento. Pero las pasiones son emociones tan intensas que es imposible contenerlas, nos hacen perder el control de la conducta, como los celos o el fútbol. Y esto es igual en una persona que en un grupo. Por eso cuando lo políticos se convierte en protagonistas mediáticos, como si fueren amantes o futbolistas, y de los sentimientos pasamos a las pasiones políticas, en las personas afectadas se promueven la algarabía y la barahúnda, y el grupo ciudadano se convierte en horda salvaje. 

Moraleja: Si sumamos los términos anteriores, es decir, cuando en materia política se mezclan la gobernanza con lo afectivo, es fácil que los sentimientos y emociones muten en pasiones que activan los mayores desvaríos y barbaridades de la conducta humana. Luego si queremos que la cosa pública mejore, debemos exigir a los políticos que se ocupen de la política, no de su propio divismo, y nosotros podemos y debemos sentirnos afectados, incluso emocionados, pero no apasionados. ¡Qué difícil!, ¿verdad?