Entrenador nuevo, victoria asegurada. O al menos eso dicen los más románticos del deporte. Románticos o ingenuos. Sin embargo, la superstición y su ingrediente secreto les dan la razón en la gran mayoría de ocasiones. Bien lo sabe el Tubos Aranda desde hace dos semanas. Un inicio para el olvido propició una salida sumamente precipitada de Mariano Ortega. La persona que solventó la crisis post Alberto Suárez y que cumplió con todos los objetivos durante la temporada y media que estuvo en el banquillo.

Casualidades del destino, Javi Márquez toma el testigo en una situación muy similar a la que se encontró el catalán en su día. Un técnico que se encontraba sin equipo, pero cuya trayectoria y nivel no representaban el estatus de agente libre. En otras palabras, la llegada de Javi Márquez ha sido una aguja de oro en un pajar. Y bien, su advenimiento apenas ha tardado en notarse. El manchego ha dejado atrás las cuatro derrotas consecutivas a base dos triunfos. Dos victorias hechas con coraje, sacrificio y concentración. Esto último adquiere más mérito ya que era la gran tara del equipo. El Tubos Aranda ha sufrido una transformación camaleónica en cuestión de días y aunque aún se encuentra lejos de su mejor versión, la mejoría a nivel sensaciones y resultados no dejan lugar a dudas.

Ahora llegará un derbi. La verdadera prueba de fuego para todo técnico del Tubos Aranda. La combinación perfecta entre un infierno y una fiesta cuando el escenario es el Santiago Manguán. Probablemente uno de los partidos más ansiados de toda la División de Honor Plata gracias a la gran cantidad de orgullo en juego. Sin embargo, el ritmo de los objetivos obligan ahora más que nunca. Dos puntos en juego que darán un empujón a rozar la gloria o a saborear el ardor de la pérdida de puestos en la tabla.