Un vecino de Reyes Católicos lamentaba hace unas semanas en este periódico que la creación de carril bici en esta arteria principal de la ciudad se llevará por delante cien plazas de aparcamiento. No fue el único y, a medio plazo, se les sumarán los soliviantados por el proyecto de transformación de la calle Vitoria con el mismo objetivo. 

No les falta razón; quienes vivimos en el casco histórico y no tenemos garaje, que somos muchos, sabemos bien cuánto puede llegar a irritar la constante pérdida de plazas en la calle. Pero la solución a este problema no puede ser la paralización de la adecuación de la movilidad urbana a los tiempos ni la negación de otra realidad, como es la necesidad de menguar los niveles de contaminación por el bien de todos y, muy especialmente, por la salud de quienes ahora son niños. La cuestión es demasiado relevante como para reducirla a una supuesta 'invasión' de bicicletas de espacios que, al parecer, hay quien considera de uso exclusivo para coches y motos. El porqué se me escapa.

Entiendo bien a quienes ya están sudando ante la perspectiva del aparcamiento imposible, pero renunciar al carril bici no arreglaría nada. Sí lo haría un buen número de plazas exclusivas para residentes y más transporte público; una red de autobuses adaptada a las necesidades del 2022 y con frecuencias sensatas. Y, quizá, también un cambio individual de hábitos. A lo mejor es momento de explorar otras opciones, entre las que está la bici, con muchos tantos a su favor: más barata, más saludable para quien pedalea y para quien escoge caminar y, también, más rápida, porque el aparcamiento dejaría de ser un problema. Una vez que se prueba, la vida se ve de otra manera. Y, sobre todo, con más tranquilidad. Palabra.