Gadea G. Ubierna

Plaza Mayor

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La buena educación

28/12/2023

Varias decenas de compañeros celebramos hace unos días los 25 años transcurridos desde que terminamos el Bachillerato y el Curso de Orientación Universitaria (COU) y surgió cierto debate acerca de si los profesores tienen importancia en el futuro, para bien o para mal, o no. Juzgamos a los que tuvieron la responsabilidad de formarnos a nosotros, pero el debate es extrapolable a la plantilla de cualquier colegio o instituto y también a distintas épocas. Porque la realidad es que en España ha habido pocos cambios en el acceso a la docencia, a la formación y a la consideración de los profesores de Bachillerato, a quienes yo sí creo relevantes.

Enseñar al que sabe y entiende a la primera es fácil. Lo complicado es conseguir los mismos resultados -o al menos, unos buenos resultados- con el que no lo capta desde el principio, con el que no estudia tanto o con el gamberro que parece abocado al fracaso. Ahí debería aflorar la vocación del profesor, pero he aquí uno de los principales fallos de nuestro sistema educativo: en las aulas hay centenares de docentes que no están allí por interés genuino.

Siempre me ha sorprendido que apenas se necesitara nota para matricularse en una carrera cuya salida es la enseñanza; es muy reciente que se exija una cierta puntuación para entrar en Educación Infantil o Primaria y, desde luego, no se incluyen entre las más exigentes. Para dar clases en el Bachillerato la escuela pública pide oposiciones, la concertada no. Tanto en un caso como en otro, ¿dónde y cómo se valora la vocación y la excelencia académica? Quienes se dedican a la docencia no gozan en España del prestigio que sí tienen otras profesiones y, salvo excepciones, no es un ámbito que atraiga a los mejores expedientes. Craso error, porque de esos docentes de hoy dependen los profesionales de mañana. Aunque no lo parezca.