Esther Alonso

Ser o Tener

Esther Alonso


Pensar, dudar, crear

15/05/2024

Creyente a ratos, espiritual, más que religiosa; me considero, sin embargo, convencida, y por ello practicante, de los valores cristianos más esenciales. Y atendiendo al imperativo categórico de Kant he procurado que marquen siempre mi senda y reprobarme cuando mis propias miserias, debilidades o inseguridades me hacen salirme de ella.

Desde este punto de partida, observo asustada, contemplo escandalizada, cómo desde determinados puntos cardinales de la política se ataca al movimiento universitario que está pidiendo la paz en Oriente Medio, paz en la franja de Gaza. Paz, paz, paz. Pedir la paz a Israel, solicitar al gobierno israelí que cese la guerra, no es posicionarse al lado del grupo terrorista Hamás. Paz es dejar de matar con balas, con bombas, con drones, con minas, con cuchillos, con hachas, con manos, con hambre, con sed, con frío… 

Por eso, escuchar a un responsable político del talante y el talento de Borja Sémper, decir que el movimiento estudiantil que comenzó en Estados Unidos y está llegando a Europa y España reivindicando paz para el pueblo palestino está apoyando el terrorismo de Hamás, es incomprensible.

De hecho, me llena de orgullo ver que el espíritu universitario que yo daba en estado de Bella Durmiente se ha despertado, y que la fuerza de los valores aún no ha desaparecido de los campus disuelta entre las competencias profesionales con las que un alumno debe graduarse. Por que la universidad es uno de los principales faros de la sociedad y su misión va más allá de responder a las necesidades del mercado de trabajo. O, por lo menos, no solo a ellas. Y entre el 'no solo a ellas' se encuentra ser el lugar donde, desde la complejidad del mundo que nos rodea, se enseñe a los jóvenes a pensar, a dudar, a contestar y a crear, haciéndolo desde el conocimiento y el respeto, poniendo al ser humano y a la humanidad en el centro. 

Posicionarse en contra del genocidio que está llevando a cabo Netanyahu no es un acto ideológico, sino moral. Y ojalá los futuros líderes políticos, económicos y sociales que salgan de las universidades españolas y del resto del mundo puedan lograr la fórmula que resuelva el odio ancestral que lo ha provocado.