Quién nos iba a decir que lo que Platón explicaba en 'el mito de la caverna' nos iba a servir más de 20 siglos después para entender el futuro del Balonmano Burgos esta temporada.

Contaba el filósofo que unos hombres encadenados en una cueva y tras un muro solo habían conocido la oscuridad y la proyección de unas sombras cuando el fuego estaba del otro lado. Una alegoría con la que el pensador intentaba explicar la relación entre lo físico y el mundo de las ideas, si bien aquellos reos solo conocían una realidad que era la de aquellas siluetas en la pared.

Pero, filosofadas introductorias aparte, vayamos al mundo real, al del suelo y la grada de El Plantío. Pongamos que aquellos hombres encadenados somos la afición y esas proyecciones solo las sombras de un equipo que no podíamos ver en su plenitud por culpa de un muro construido a base de errores, lesiones y resultados negativos que nos impedían ver con nitidez a un grupo de muchachos capaces de vencer a equipos de Asobal como el de Cuenca.

Una realidad en la que gana el sueño del hincha. Donde cabe la esperanza de un club que aún puede sonreír esta campaña sea en forma de temporada regular o de Copa del Rey.

Una segunda oportunidad para un equipo con crédito renovado que ayer mostró de lo que es capaz si la grada aprieta y que está dando motivos para volver a soñar con todo. 

Un resurgir que afiance los conceptos de un conjunto sólido y ganador que me permita olvidar el tostón de Platón y parafrasear al gran filósofo millennial Aladdín con 'un mundo ideal'.