Jesús de la Gándara

La columnita

Jesús de la Gándara


Cortisolandia

16/11/2020

El cortisol se ha puesto de moda por la COVID, como tratamiento en algunos casos, pero además es una hormona que nuestro cuerpo genera para adaptarse al estrés, que nos prepara frente a agresiones y exigencias adaptativas. La cortisolemia es la cantidad de cortisol que hay en sangre, que es máxima por la mañana y mínima por la noche y aumenta en situaciones de estrés, lesiones, infecciones etc. Pues bien, ahora todos los seres humanos del planeta sufrimos estrés y agresiones, y, por lo tanto, si pudiéramos medirla, comprobaríamos que la cortisolemia global de la humanidad ha aumentado, que el mundo entero es una especie de Cortisolandia. 
Pero, así como el aumento del cortisol en respuesta a un estrés agudo mejora la resistencia, el aumento prolongado es malo para la adaptación y la salud. Debilita el sistema inmunitario, atrofia neuronas de la memoria, rompe el colágeno de la piel, aumenta la acidez gástrica, debilita los huesos y la musculatura, aumenta la tensión arterial, etc. Lo que en principio nos prepara para defendernos, a largo plazo nos debilita, y eso le está sucediendo ahora a la humanidad entera, por eso estamos más cansados, en tensión, ansiosos, insomnes, irritables, a punto de saltar por nada. Cortisolandia es un mal lugar para vivir.
¿Se puede hacer algo para mejorarlo? Pues sí, podemos aplicar las soluciones individuales a nivel global. Por ejemplo, aparte de ciertos tratamientos, se puede mejorar la alimentación con suplementos alimenticios como magnesio, vitamina C u omega 3. Promover actividades, como ejercicio aeróbico moderado, música relajante, masajes, relaciones sexuales, buen humor, risa, siesta, etc. En definitiva, todo lo que promueve la serenidad, la satisfacción y la alegría. Si cada uno hace algo por mejorar su propia situación, el conjunto de la humanidad lo notará, y si la sociedad y sus gobernantes hicieran lo mismo, todos lo notaríamos. Por eso, ahora necesitamos más paz, más música, más alegría, y sobran los vergonzosos espectáculos políticos nacionales e internacionales. Lo que instintivamente hicimos en la primera oleada, ahora se echa en falta, y encima hay quien se empeña en echarle leña al fuego inventando pendencias estériles. La verdad, a veces me pregunto si algunos no necesitarían ir al psiquiatra, o por qué no se toman un tranquilizante antes de ir al parlamento. 
En fin, es otra de esas curiosidades de este planeta llamado Covilandia.