¡Qué bonito nombre tienes!

RODRIGO PÉREZ BARREDO
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Si han llegado hasta aquí créanselo: el Burgos es el nuevo líder de Segunda tras batir a Las Palmas en un partido en el que jamás dejó de ser el equipo que es: una roca. Pero con ambición y talento. Aquí, la otra crónica, la emocional, la de la grada

Mumo acude a celebrar su gol con Matos, que le regaló un pase de la muerte. Y del éxtasis. De felicidad. - Foto: Agencia LOF

La preciosa playa de Las Canteras de Las Palmas de Gran Canaria tiene, a unos cuantos metros mar adentro desde la orilla, un farallón de roca y coral que llaman La barra y que suele frenar el oleaje intempestivo que de cuando en cuando desata el océano Atlántico por esos pagos. Decía en la previa Julián Calero, que se merece desde hace tiempo un pedestal cerca de El Plantío, junto a la efigie del maestro Rafael Pedrosa -que en gloria esté el torero que se inventó el quite de los faroles invertidos- que el Burgos quería rock and roll. Y la banda sonora que se escuchó en el estadio Insular sonó a eso. A grupazo de música. En algunos momentos se escuchó a Pink Floyd y su temazo Another brick on the wall (Otro ladrillo en el muro), entre otras cosas porque ayer el muro, la barra, como lo quieran ustedes llamar, volvió a ser este Burgos de acero que nos tiene enamorados, y no es para menos: una defensa hercúlea, tenaz, ordenada como una legión romana.

Los académicos del balón, que son muchísimos, se llenarán la boca y se harán lenguas de lo difícil que es meterle mano a un equipo que defiende tan bien: demostrarán ignorancia y serían expulsados de inmediato de la Academia de Atenas: el Burgos se presentó en casa del líder, un equipo de peloteros buenísimo, sin complejos, valiente y con ambición. Y las tuvo en la primera parte, sobre todo una buenísima jugada ensayada que Atienza casi enchufa a las mallas. Los canarios querían la pelota, la acariciaban, morosos, pero nada más: mucha posesión para poco -para nada-: hubo algún sustillo, que para eso era Halloween, y poco más. Caro, para seguir imbatido, hizo un paradón (luego haría otro). Por aquello de la rutina.Y al descanso.

La tropa se maliciaba acoso y derribo en la segunda parte.Y algo hubo de eso, pero se quedó en el dominio del balón por parte local, el cuento chino posmoderno. El Burgos seguía en su sitio, serio, sabedor de que allá, lejos de su portería, no sólo habitaba el olvido, como cantó Cernuda, sino la posibilidad de la gloria. A la que nunca renunciaron los hijos del frío, por más que estuvieran en tierras cálidas. Y así, en una gran jugada, Curro la enchufó. Gol, locura, éxtasis blanquinegro.

(La crónica completa, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)