Hace unos años unos comerciantes me decían que nunca recomendaban a su competencia. Entonces, si un cliente te pide un producto que no tienes ¿qué haces? Siempre he sido partidaria de dar soluciones, recomendar a otro y nunca he hablado de competencia, sino de ser competente. Por eso me parecen absurdas rivalidades entre los que deben ser compañeros y otras tales como Ribera/Rioja, Burgos/Aranda, Burgos/Valladolid, Castilla y León… aquí paro, porque siento que nuestra comunidad no tiene rival, ya que es un enorme agujero en medio de España, ninguneada por nuestros políticos, los de Madrid y por nosotros mismos, los habitantes. Pero esto es otro tema.

Quiero hablar de Aranda y la Ribera del Duero (que deben ir siempre unidas, porque una sin la otra simplemente «no son»). Se ha demostrado que con medios propios se ha llegado a ser uno de los polígonos industriales más importantes de la comunidad; una comarca productiva y productora, capaz y emprendedora, no sin esfuerzo. Todo esto fruto de la gran labor de los que nos preceden. Una de esas fechas importantes a recordar es el 7 de agosto de 1959, cuando en Aranda se planteaba la necesidad de ceder los terrenos rústicos del Allendeduero para «no perder el tren de la industrialización».  En una época en la que precisamente había tren, en dos días se tomó una decisión determinante para la zona. Hoy tenemos lo que tenemos gracias a ellos. Pero hemos perdido trenes, muchos trenes. 

Si todos y cada uno de nosotros dejáramos de mirarnos el ombligo, en Burgos se hiciera una política en favor de toda la provincia y en Castilla y León para sus 9 integrantes, cuánto mejor nos iría a todos. Seríamos más competentes si dejáramos de hablar de competencias. Y mientras exigimos respeto y futuro, respetémonos a nosotros mismos. Hoy, 13 de junio, voy a ir a la Plaza Mayor de Aranda porque no quiero dejar pasar un tren que es bueno para todos.