Lou Matilla

Déjame que te cuente

Lou Matilla


Ortega Lara

17/01/2024

EL 17 de enero de 1996, la banda criminal y terrorista ETA secuestraba al funcionario de prisiones burgalés José Antonio Ortega Lara. Quinientos treinta y dos días después pudo ver por fin la luz cegadora del sol que tantos días se le había negado. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado consiguieron localizarlo y rescatarlo de aquel zulo minúsculo y húmedo excavado bajo tierra en la localidad vasca de Mondragón.

El pasado domingo, este periódico publicó un significativo reportaje sobre el lugar en el que lo encontraron; una nave que no sólo sigue estando en pie sino que es utilizada como almacén municipal y en su fachada, a la vista de todos, pueden verse pintadas insultantes hacia la víctima que allí estuvo retenida contra su voluntad. 

Esta barbaridad me ha hecho recordar algo que viví en la capital de Alemania, en Berlín. Éramos una decena de turistas recorriendo a pie parte del centro de la ciudad junto con un guía, haciendo paradas en los monumentos más emblemáticos. Llegamos hasta un barrio residencial, nuestro guía se detuvo, no entendíamos la causa, sólo nos rodeaban varios edificios de viviendas; fue entonces cuando nos explicó que el búnker de Hitler estaba bajo nuestros pies. No dábamos crédito. No había ninguna alusión al mismo. Se había decidido no ser conservado para evitar los fanatismos y homenajes que pudieran hacerse en ese emplazamiento a la figura del dictador nazi.

Volviendo a Burgos y al tema de hoy, puedo decirles que hace ya un tiempo, mi trabajo en la radio me dio la oportunidad de escuchar el testimonio del secuestro de José Antonio Ortega Lara. De su propia voz. Mi compañero -Álvaro Melcón-, al otro lado del cristal y yo a la grabación, estábamos trabajando en un programa especial sobre las víctimas burgalesas de la banda terrorista ETA. Esa entrevista que él hizo esa tarde noche me dejó una huella imborrable. Fue la entrevista más dura que he presenciado en mi carrera profesional; un testimonio desgarrador donde se juntaron el dolor, el miedo, la desesperación, la resiliencia, la frustración, el coraje, la esperanza y el pánico al mismo tiempo. Nunca olvidaré la entereza con la que el entrevistador preguntaba y el entrevistado respondía. Después de aquello pasé varias noches sin dormir.

Ojalá en Mondragón hicieran lo mismo que en Berlín.