Marian Peña

Observando al Mundo

Marian Peña


Primavera

29/03/2023

Por fin se dejan sentir las primeras señales que avisan de que el invierno toca a su fin. La llegada de la primavera es siempre una de esas pequeñas y a la vez grandes cosas que alegran la vida. El sol, el aumento de las horas de luz, la explosión de verdor en los campos y la floración de árboles y bulbos se convierten en un espectáculo que levanta el ánimo de casi todos; alergias y astenias aparte. La primavera pone de manifiesto lo maravilloso de la naturaleza y del planeta en el que vivimos.

En esta ocasión, casualmente o no, el mismo día en que se producía el cambio de equinoccio se hacía público el sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático de Naciones Unidas que, una vez más, urge a los estados a que, de verdad, hagan efectivas las medidas para evitar el deterioro irreversible del planeta que, entre otros graves efectos, podría provocar que las diferentes estaciones, tal y como las conocemos, se transformen en un mero recuerdo.

Por si a alguien le quedaban dudas, el documento deja claro que el cambio climático existe, que nunca en los últimos dos mil años se había producido un calentamiento tan rápido del planeta y que la única causa que lo provoca son las actividades llevadas a cabo por el ser humano, en concreto las emisiones de gases de efecto invernadero que debemos rebajar a la mitad en 2030 y a cero en 2050 si queremos frenar el desastre, después no habrá vuelta atrás, en algunos casos ya no la hay. Están amenazados los ecosistemas, la biodiversidad, los medios de vida, el bienestar y la salud de los actuales y los futuros habitantes del planeta.

Científicos de todo el mundo llevan muchos años avisando del peligro, tantos como los estados llevan firmando acuerdos como el de París que consensuan medidas que siempre se quedan en papel mojado. De hecho, lejos de reducir las emisiones, 2022 se cerraba con una subida del 1%.

Los ciudadanos de a pie, cada vez más concienciados, podemos poner de nuestra parte cambiando hábitos y comportamientos pero la pelota está en el tejado de los gobiernos. Muchas personas haciendo pequeñas cosas pueden cambiar el mundo, si quienes manejan el capital y dirigen las naciones se lo permiten y reman a su favor.