Claudia Vicente

A vuelapluma

Claudia Vicente


Si no lo veo no lo creo

21/04/2023

¿Saben eso de que no hay que preocuparse por estar pirado porque siempre habrá alguien en Iowa que está más loco que tú? Pues también pasa mucho más cerca.

La semana pasada la pasé en Barcelona trabajando la mitad del tiempo y teniendo flashbacks del año que pasé viviendo allí según terminé la carrera -cuando Barcelona molaba- la otra mitad. Así que una tarde que tenía libre me puse las zapatillas más cómodas y me bajé desde la zona alta hasta el mar viendo todos los sitios que miran los guiris. Ahí iba yo toda emocionada, sintiéndome como un personaje de La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón cuando, al dejar atrás el Portal del Ángel para llegar a la Catedral vi algo que ni el máximo fabulador podría imaginar, ni el más zumbado de Wisconsin, algo que solo un ejecutivo de marketing sin escrúpulos podría llevar a cabo. En el andamio, a la altura del cimborrio, han colocado con todo el morro que se puede tener, una valla publicitaria. Lo que oyen, no es que hayan puesto una foto de la Catedral sobre el andamio para que haga bonito mientras la restauran, con un discreto faldón en la parte de abajo con unos logotipos de empresas e instituciones, no, han puesto una valla, como si fuera aquello Times Square, con un anuncio sin gracia ninguna, tres enormes móviles sobre fondo negro y un Galaxy S23 Series en grande. Porque los de Samsung son los perpetradores de esto, y saben que poco más van a necesitar para vender teléfonos. 

La jugada en realidad es perfecta, a Barcelona llegan cada semana chorrocientos turistas; de esos chorrocientos, todos menos dos harán una foto a la Catedral, y de esos, a un porcentaje vergonzosamente elevado, le robarán el móvil, y ahí estará, en su top of mind, Samsung, la marca que se ha colado en su retina.

¿Se imaginan algo así en la catedral de Burgos? No me quiero imaginar la que se liaría, lo de las puertas de Antonio López quedaría como una entrañable anécdota. Pero aún con todo, lo que más gracia me hace, es que estando allí la polémica eran las luces que iluminaban la valla, que se saltaban las normas de contaminación lumínica. Será verdad que la pela, es la pela.