Comienza la campaña de la Renta 2023 y, un año más, los titulares se llenan con las cifras millonarias de las devoluciones. Un dato importante, no lo dudo, pero que, por desgracia, sigue habiendo un montón de gente que no entiende. Porque salimos del colegio sabiendo hacer una raíz cuadrada o recitando los afluentes del Duero por la margen derecha, pero nos seguimos poniendo contentos cuando nos devuelve Hacienda a un nivel más parecido al de quien le ha tocado la pedrea que el de quien entiende la fiscalidad del país en el que vive.

Muy fuerte me parece que recuperar el dinero que le has ido adelantando al gobierno sea algo por lo que dar las gracias, igual de fuerte que me parece el que se enfada como una mona cuando le suben el tramo del IRPF, pero que también se enfada cuando hay una lista de espera en el especialista o las aulas están masificadas o tiene que pagar una pasta por la guardería.

Así que podemos perrear sin pestañear que las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan, pero lo de declarar esas facturas en el país en el que vives se nos escapa del entendimiento y lo vemos como una opción personal, como tan normal es eso de soy futbolista millonario, pero esos temas me los lleva mi papá, o es que esas cosas las hace mi marido y yo no me entero de nada, o si mi novio vende mascarillas qué tengo yo que ver.

Quizás no estaría de más meter un breve curso de fiscalidad básica antes de terminar la enseñanza obligatoria, y abrir unas aulas informativas en las delegaciones de Hacienda para que no vuelva a tener que tirarme de los pelos con un autónomo que se ha gastado el IVA antes la trimestral porque claro, le deben unas facturas y no le llega, porque luego mucho que nos dicen de emprender y el autoempleo, pero vamos por la vida sin nadie a los mandos, y si de repente el fisco nos dice que nos devuelve unos buenos euros, en lugar de plantearnos qué podemos ajustar para tener ese balance a cero nos vamos corriendo a comprar unos vuelos para las vacaciones de verano.