Carlos Briones Llorente

Entre ciencias y letras

Carlos Briones Llorente


La vida que no vemos

03/03/2024

Se cumple un año desde que publiqué en esta sección la propuesta de incluir en el Paseo del Espoloncillo una línea del tiempo, con la que podríamos recorrer la historia de nuestro planeta y de la vida. Las principales instituciones culturales públicas y privadas de Burgos apoyan esta idea, así que ojalá algún día llegue a hacerse realidad. 

Pues bien, de los 300 metros que tendría ese 'paseo evolutivo', equivalentes a 4.500 millones de años, al avanzar entre los metros 67 (aparición de la vida) y 233 (primeros seres pluricelulares) estaríamos asistiendo a la diversificación de los microorganismos: seres que no podemos ver, pero que vivieron (y viven) en todos los ambientes de la Tierra.

Los microorganismos (o 'microbios', como se suelen denominar en el ámbito clínico) son unicelulares y tienen tamaños típicos de entre 1 y 10 micrómetros o micras (µm, unidad de longitud equivalente a la millonésima del metro). Por tanto, es necesario un microscopio para observarlos. Los primeros microscopios de óptica compuesta (con dos lentes combinadas, objetivo y ocular) fueron ideados y construidos en Holanda por los inventores Hans y Zacarias Janssen, en torno a 1590. Pero hasta medio siglo después no empezaron a utilizarse para realizar observaciones anatómicas o de partes de animales, como los ojos de las moscas. 

En 1665, el científico inglés Robert Hooke publicó el libro Micrographia, con sugerentes dibujos de lo que había descubierto utilizando su microscopio de unos 50 aumentos. Esta obra tuvo un enorme éxito entre los investigadores y el público general, pues, por primera vez, era posible adentrarse en un mundo invisible a los ojos. Para referirse a la estructura repetitiva que observaba en el corcho, Hooke dijo que parecía formado por cells (palabra inglesa que podríamos traducir como 'celdillas'), pero la palabra cell o 'célula' no sería usada como la unidad estructural y funcional de los seres vivos hasta 1839, por el naturalista alemán Theodor Schwann.

Volviendo a la época de Hooke, en la ciudad holandesa de Delft vivía el comerciante de telas Anton van Leeuwenhoek, que había fabricado un microscopio de una sola lente, pero muy bien pulida, con el cual lograba entre 300 y 500 aumentos. Lo utilizaba para examinar la calidad de los tejidos que compraba… pero su mente curiosa hizo que también comenzara a analizar fluidos biológicos, observando por primera vez glóbulos rojos y espermatozoides. En 1676 se quedó maravillado con la gran cantidad y variedad de algas y otros «diminutos animáculos» (según sus palabras) que contenía el agua estancada: hoy sabemos que se trataba de microorganismos eucarióticos con tamaños de entre 10 y 40 µm. 

Al mejorar aún más la calidad de las lentes que pulía, desde 1683 fue capaz de observar incluso bacterias, cuyo tamaño es de 1 a 2 µm. Había nacido una nueva disciplina científica, la microbiología, y un rico comerciante holandés era su fundador. Esta historia resumida ejemplifica lo importante que es la continua interacción entre la ciencia y la tecnología para el avance del conocimiento.

En la actualidad, bajo en concepto de 'microorganismo' agrupamos una enorme variedad de seres vivos: las bacterias, las arqueas y los eucariotas unicelulares (entre ellos los protozoos, parte de las algas y de los hongos). A veces también se incluyen los virus, a pesar de no ser considerados entidades vivas (ya que carecen de metabolismo propio y han de robárselo a la especie celular a la que parasitan) y de que su tamaño es mucho menor (típicamente, entre 3 y 50 veces menos que 1 µm). De hecho, para observar los virus se precisa un microscopio electrónico, y los primeros no estuvieron disponibles hasta la década de 1930.

Menos del 1 % de los microorganismos pueden producir enfermedades infecciosas a los humanos, a otros animales o las plantas. Pero la inmensa mayoría de esa vida que no vemos realiza funciones esenciales en la biosfera, por ejemplo cerrando los ciclos ecológicos al descomponer la materia orgánica, o produciendo oxígeno (como hacen las cianobacterias y las algas unicelulares). Los microorganismos aparecieron antes, inventaron todos los metabolismos y superan claramente a los seres pluricelulares (plantas, hongos y animales) en cantidad, variedad y capacidades adaptativas. 

Por si esto fuera poco, más de la mitad de las células de su cuerpo, estimado lector, no son de Homo sapiens sino de microorganismos. Aunque mirándose al espejo nunca podrá ver esa microbiota que le acompaña, es usted un auténtico ecosistema andante. Piénselo mientras pasea, por ejemplo, a lo largo del Espoloncillo.