Un nuevo hogar para menores migrantes que llegan solos al país

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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Lleva funcionando un par de meses, cuenta con diez trabajadores y nueve plazas, de las que ocho ya están ocupadas por chavales africanos derivados desde Canarias

La Junta abre un nuevo hogar para menores migrantes que llegan solos a España. - Foto: Alberto Rodrigo

El pasado mes de noviembre el Consejo de Ministros aprobó una partida de 20 millones de euros para apoyar a las comunidades autónomas que acogieran voluntariamente a niñas, niños y adolescentes migrantes llegados sin un adulto a España y que se encontraban en Canarias y Ceuta. Castilla y León fue una de las que se ofreció -ya lo hizo en 2021 cuando la masiva llegada de pateras saturó los centros de acogida de aquellas islas- y desde hace un par de meses ya está a pleno funcionamiento un hogar en Burgos -gestionado por la Fundación Salud y Comunidad y el Grupo Lagunduz- de nueve plazas en el que se está atendiendo a ocho menores, todos varones, siete procedentes de diferentes países subsaharianos y uno de Marruecos.

Al frente de la casa se encuentra el trabajador social Pedro Alegre y un equipo compuesto por nueve profesionales de distintos ámbitos (educación social, trabajo social, auxiliares educativos, educadores...) que atienden las necesidades específicas de estos menores, que rondan entre los 14 y los 17 años. «Por la experiencia que han pasado, que es la de un viaje larguísimo desde sus respectivos países y más tarde una estancia en Marruecos o en otros países para conseguir dinero para pagar la patera -les llega a costar hasta 3.000 euros- son unos chicos muy especiales y que tienen las ideas bastante claras».

Alegre, con una experiencia con menores en dificultades de más de 20 años, nunca había trabajado con este perfil, el de los que llegan a España a través del mar y sin el acompañamiento de ninguna persona adulta, y reconoce que le han sorprendido por su madurez y por el esfuerzo que hacen por integrarse.  Son tres los ámbitos en los que se está trabajando con ellos. El primero, el del aprendizaje del castellano, para lo que el hogar cuenta con la colaboración de otras entidades sociales de la ciudad como Accem o Atalaya. «Allí van todos los días a recibir clases y después aquí en casa estudian muchas más horas de forma voluntaria. Todos tienen mucha prisa por aprender a comunicarse y a desenvolverse en la ciudad. Ya tienen todos sus tarjetas de autobuses y están empezando a ser bastante autónomos».

La segunda prioridad para los profesionales de este hogar es poner en orden la documentación de estos chavales, cuestión harto peliaguda pues en muy pocos casos cuentan con pasaporte, algo que agiliza mucho el proceso. La tutela de estos chicos la tiene la Junta de Castilla y León y la guarda es de la Fundación. Nada más llegar se les habilita la tarjeta sanitaria y se les empadrona en la ciudad en cumplimiento de los derechos de la infancia.

En tercer lugar, está la escolarización, en la que ya se está trabajando de cara al próximo curso. Algunos se matricularán en la ESO y otros en alguna formación profesional básica. «Les hay que ya tienen claro a qué quieren dedicarse: mecánicos o fontaneros. También tenemos un chico con una capacidad física formidable al que le encanta el deporte y es muy bueno corriendo. La idea es encontrar algún espacio en el que pueda practicar atletismo o jugar al fútbol», cuenta Pedro Alegre.

Así que la vida que hacen en estos meses de verano es muy sencilla: aprenden español, ayudan en la casa (hacen su cama, colaboran los fines de semana en elaborar la comida...), trabajan en un pequeño huerto que se ha creado en el jardín que rodea a la casa en la que viven y disfrutan de la ciudad. Ya lo hicieron de las fiestas patronales y ahora van a la piscina o pasean como cualquier chaval de su edad. «Su vida es muy sencilla y ordenada. Le dedican mucho tiempo a aprender el idioma y al deporte y su comportamiento es envidiable».

El hogar se puso en marcha mediante una acción concertada con la Gerencia de Servicios Sociales y puede acoger a niñas y niños desde los 6 años. Estos son algunos de los principios metodológicos con los que trabajan sus profesionales: atención integral, pedagogía de la vida cotidiana, «que significa convertir los momentos y situaciones habituales en experiencias educativas sustituyendo a la educación familiar», según explica la entidad; tener una figura de apego adulta o educador de referencia y ofrecer apoyo afectivo y motivacional.

En lo que va de año, los servicios de Protección a la Infancia de Burgos se han ocupado de la atención de 21 niños y adolescentes que llegaron a España sin el acompañamiento de una persona adulta. En la actualidad son un total de 18 (uno de ellos fue derivado enseguida a una familia de acogida, otro cumplió la mayoría de edad y con el tercero la Gerencia de Servicios Sociales de la Junta  está implementando otras medidas diferentes a las de protección a la infancia) y están viviendo, además de en este hogar de nueva apertura, en otro similar que gestiona la Asociación Hechos desde hace ya varios años (7) y en el centro de menores de titularidad pública Gregorio Santiago (3).