Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


España disímil

29/03/2021

Quienes hemos renunciado a irnos de viaje durante la Semana Santa y asistiremos desde casita a la pasión de nuestro señor lo estamos pasando requetebién haciéndonos lenguas de esa absurda lógica política que ha dado en aplicar criterios territoriales administrativos a las cautelas sanitarias. Como si el coronavirus entendiese de fronteras regionales, los ciudadanos hemos sido autorizados a movernos con libertad dentro de nuestra propia comunidad autónoma, así sea esta más vasta que países como Austria o Portugal, como resulta ser el caso de Castilla y León, o extienda sus dominios por un territorio que apenas constituye una tercera parte de la provincia de Burgos, tal y como les ocurre a los desdichados habitantes de La Rioja.
Así las cosas, los castellanoleoneses, estimulados por las ganas de vivir que nos ha traído el solete de primavera, nos hemos sentido insospechadamente privilegiados y nos ha dado por disfrutar del turismo de interior: por una vez, no son madrileños, ni vascos, sino castellanos viejos, quienes se sentarán en los figones de Segovia a dar buena cuenta de un cochinillo asado, o se pasearán por las calles de Salamanca, o contemplarán el atentado ecológico que perpetraron los antiguos romanos en Las Médulas leonesas para llevarse el oro de nuestra tierra. Mientras tanto, los pamploneses han de contentarse con irse a almorzar a Olite, los mallorquines, quietos en la mata, siguen recibiendo en su aeropuerto a todos esos alemanes que hacen oídos sordos a los consejos de su Gobierno y los murcianos se limitan a darse un garbeo por Cartagena para fotografiarse junto a un submarino de insigne apellido. 
A la vez que por estos predios nos disponemos a hacer el equipaje, la incidencia epidemiológica sigue creciendo en la mayoría del país, la cuarta ola sigue tomando forma y los profesionales sanitarios, agotados tras un año angustioso, ruegan a quien quiera oírlos que se extremen las precauciones para que la presión hospitalaria no vuelva a sobrepasarlos. Pero, claro, es Semana Santa, ha salido el sol, y a quién no le gustan las chuletas de Ávila o un buen arroz a la zamorana. Ya pensaremos luego en cómo salvar el verano.