Se van a cumplir cuatro años desde que el Ayuntamiento de Burgos decidiera 'pacificar' el tráfico rebajando las velocidades máximas en un millar de calles. Todas las vías de un único carril, o las de uno por sentido, pasaron a ser 'calles 30', es decir, que no se pueden exceder los 30 kilómetros por hora. No se puede decir que los conductores se hayan aclimatado a esta situación. Desde la Policía Local advierten de que se supera el límite constantemente. Las multas del radar móvil así lo confirman. El principal objetivo de estas reducciones, rebajar la accidentalidad en el área urbana, tampoco se puede dar por cumplido. Todo lo contrario, hay más siniestros que en 2019. Sólo hay una cuestión positiva: la gravedad sí es menor.
La implantación de estas calles coincidió con la relajación de las medidas de confinamiento impuestas por la pandemia. A nivel estadístico, fue prácticamente imposible sacar conclusiones durante los primeros meses de implantación, pues los niveles de circulación eran mucho más bajos que en ejercicios anteriores. No obstante, los técnicos de Tráfico y la Policía Local sí que percibieron dos cuestiones.
La primera, que había calles con velocidad reducida a 30 kilómetros por hora en la que era prácticamente imposible que los vehículos respetasen el límite. La segunda, que en aquellas con doble carril (uno a 30 y el otro a 50), todos los coches optaban por circular por la izquierda.
Para ambas circunstancias hubo solución. El Ayuntamiento decidió devolver los 50 kilómetros por hora de máxima a determinadas vías, como la avenida de Palencia y algunos tramos del Bulevar. Por otro lado, se adquirió un radar móvil con capacidad para detectar incumplimientos en las calles con dos velocidades.
En cuanto a siniestralidad, durante los dos primeros años fue prácticamente imposible hacer una valoración por la mencionada reducción de la circulación a causa de las restricciones de la pandemia. Y cuando la normalidad se impuso, se produjo una especie de regresión en los comportamientos al volante. Según señalaron tanto desde la DirecciónGeneral de Tráfico como desde el cuerpo municipal la sociedad salió demasiado nerviosa. En las interurbanas se superaban los límites y en la ciudad se produjo un espectacular incremento de los accidentes.
En el año 2022, se contabilizaron 2.954 siniestros, casi 200 más que en 2019. Se dio la circunstancia, sin embargo, de que éstos fueron menos graves, pues los heridos descendieron ligeramente. La tendencia se confirmó el pasado ejercicio. Hubo prácticamente el mismo número de accidentes, pero se contabilizaron 71 lesionados menos. Especialmente descendieron los de mayor consideración en estos últimos cuatro años. Paradójicamente, en 2023 se produjo un récord de sanciones en la ciudad.
Atropellos. Es verdad que los datos facilitados por la Policía Local evidencian que los accidentes son más leves que hace cuatro años y podría achacarse a la reducción de la velocidad, pues además ninguna de las calles con límite de 30 kilómetros por hora aparece en el listado de vías con mayor siniestralidad. Sin embargo, los muertos sí que han subido y esto está íntimamente ligado con un problema que ha acusado la ciudad tras el fin de la pandemia: los atropellos. En cuestión de dos años han perecido en el asfalto once personas arrolladas por vehículos. Una cifra que ha obligado a las patrullas a implicarse en la vigilancia de pasos de peatones y al Ayuntamiento a impulsar campañas de concienciación.
Las investigaciones de los diferentes atropellos han permitido determinar que prácticamente en ninguno de ellos la velocidad fue la causante principal. En este tipo de incidentes, concretaron, jugó un papel más determinante las distracciones al volante. Por eso, se han incrementado las campañas contra el uso del móvil y dispositivos.