Lo decía Juan José Millás en su última columna. «Hay días en los que la gente sale a la calle como con ganas de pelea. Miras a tus contemporáneos en sus coches a las siete de la mañana, conduciendo en dirección al trabajo, y algunos dan miedo. Están deseando que les roces un poco para salir del automóvil con un bate de béisbol. El mundo siempre ha sido un poco hostil, pero hay temporadas en las que la agresividad alcanza niveles del todo indeseables». Esto se multiplica en política. Sobran ejemplos en el ámbito internacional y nacional y, en algunos casos, lamentablemente también a nivel local. Cuánta crispación por cuestiones insignificantes. 

Algunos se piensan que tienen que moverse en el barro cueste lo que cueste. No se dan cuenta de que esta postura sólo provoca hartazgo entre los ciudadanos y un alejamiento total y absoluto hacia una clase política que desde hace bastante tiempo parece vivir en una realidad paralela. Se limitan a aplicar aquello del 'conmigo o contra mí' sin percatarse de que no todo es blanco o negro. Por mucho que nos lo quieran vender así. 

Los ciudadanos no queremos bronca tras bronca. Exigimos soluciones a los problemas que nos afectan en el día a día. Y eso, por desgracia, no abunda. Hay políticos capaces de poner el grito en el cielo porque no les han invitado a un acto (para lucirse), pero que desaparecen cuando hay que negociar o exigir esta o aquella infraestructura. En Aranda y la Ribera lo sabemos bien: más de una década sin tren y 25 años de promesas con la Autovía del Duero. Sólo por citar dos temas que duelen y mucho. ¿Dónde están esos 'gallitos' que tanto vociferan y se hacen los ofendidos? ¿Dónde su capacidad de negociación y de reclamar medidas de peso? Déjense de tanta crispación. En la calle, ni nos interesa ni lo compartimos. No quieran justificar sus sillones de una manera tan incoherente. 

Decía también Juan José Millás que a primera hora, en las radios, deberían informar del grado de beligerancia ambiental igual que informan de la temperatura. Llegará el día.