Aurelio Medel

Hecho a mano

Aurelio Medel


Escaparate de Reyes

06/01/2024

Hoy es el Día de Reyes, un nombre que traslada a cada uno a diferentes experiencias y lugares, a la infancia y a la paternidad, a lo mágico e increíble. Es una jornada, que, pese a su nombre, no remite a ninguna monarquía, presente, emérita o pasada, sino a la imaginación infantil y al refugio en la familia.

Recuerdo aquellos Reyes que mostraban sus presentes en el escaparate de la Paz, una señora mayor, enjuta, siempre con bata oscura y casada con el Ricardo, el molinero, que previamente había enviudado con cuatro hijos. Desde primeros de diciembre, los niños nos arremolinábamos al anochecer delante del cristal de la tienda de la Paz, al lado de la Iglesia de Santa María, para ver que íbamos a pedir a los Reyes y si incorporaba alguna novedad de interés para añadir a la carta.

Eran tiempos donde apenas había dos teles en Neila accesibles a los niños; la del salón y la del bar del Crescente (aún recuerdo el entierro de Franco subido al alféizar de la ventana), donde se anunciaban las últimas novedades en juguetes. No existían los catálogos de regalos, ni las cadenas de hipermercados o supermercados que los editaran. Eso vino más tarde, con los puntos Spar.

Nuestro universo infantil de los Reyes se circunscribía al escaparate de la Paz, bendito nombre, que en cada pueblo se llamaría de diferente manera, pero la experiencia será muy similar. Entonces, la diferencia entre una tienda y un bar casi se limitaba al despacho de vino, puesto que en ambos tipos de locales podías encontrar de todo; desde una punta a unas botas de agua, pasando por unos arenques.

Eran otros tiempos; ni mejores, ni peores. Los niños eran y son felices siempre que haya magia y amor. Pedirte con toda energía ese saxofón plateado brillante y embocadura roja y que aparezca el 6 de enero a los pies de tu cama o del árbol al grito de «mira lo que te han traído los Reyes» es una sensación increíble. Eso sí, el mundo que entonces se podía soñar se limitaba a lo que cabía en el serón de la Paz, con lo que las diferencias entre unos niños y otros era muy pequeña, imperceptible. Nadie sabe cómo se las arreglaban los Reyes y la Paz, pero jamás hubo un niño sin nada. Todos teníamos sueños y, de alguna manera, se cumplían.