Trabajo y vivo donde quiero

B.A. / Barbadillo del Pez
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Tres jóvenes, dos de Barcelona y uno de Burgos, comparten una casa en Barbadillo del Pez, donde también teletrabajan mientras disfrutan de las ventajas que ofrece el medio rural

Álvaro, David y Miriam charlan durante un rato de descanso en el salón de la casa de Barbadillo que acoge el proyecto pionero de El Valle Digital de Agalsa. - Foto: f2estudio

«Llega un momento en el que te saturas en la ciudad, aunque tengas gente, amigos y tiendas. Y dices: hasta aquí». Esa casi necesidad de salir de Barcelona para respirar aire puro y vivir rodeada de naturaleza le llevó a Miriam Segura, con familia en Palacios de la Sierra, a vivir una de las experiencias nacidas en El Valle Digital, el Coliving, un proyecto piloto en el que un grupo de personas comparten vivienda y espacio de teletrabajo en una casa de Barbadillo del Pez. «Aquí tengo más tiempo de estar conmigo misma y es algo que valoro mucho», confiesa. Junto a ella también ha hecho las maletas su pareja, David Cervantes, que se dedica al mundo de la publicidad digital. «Necesitaba este momento de quietud, de estar más con mi persona, con mis pensamientos», asegura este joven de 31 años frente a la chimenea, en el saloncito de la casa que comparten también con Álvaro Lara, ingeniero informático de Burgos. 

Los tres, con su estancia desde hace unos días, han arrancado esta iniciativa, una oportunidad tanto para las personas que teletrabajan y que así pueden disfrutar de las ventajas del medio rural una vez que acaben su jornada, para los dueños de las viviendas a las que pueden dar un uso, y sobre todo para los pueblos, que pueden incrementar su número de habitantes. «Estamos demostrando que funciona y queremos animar a otras personas a que la prueben, porque la casa tiene capacidad para 5 ocupantes. Conozco a gente que lleva dos años trabajando y viviendo en un piso, encerrada en él, y les invito a que salgan de su rutina», afirma Álvaro Lara, el impulsor de esta iniciativa. 

Tomarse un café a media mañana entre árboles y canto de pájaros en vez de frente una pared de hormigón, contestar una llamada de un cliente o una videollamada colectiva desde el jardín, o simplemente salir a caminar y saludar a los vecinos son algunas de las cosas que estos jóvenes, nómadas digitales, valoran de la experiencia que están viviendo. «Aquí se respira diferente, el aire entra solo, en la ciudad pesa, es horrible y no te das cuenta hasta que lo comparas», confiesa Miriam, también voluntaria de El Valle Digital, que asegura que la gente en el pueblo es «más acogedora». En este sentido, hace unos días, cuenta Álvaro, un señor le paró por la calle, le llamó por su nombre y le preguntó si la casa se iba llenando. «Le dije que poco a poco, pero yo no le había visto en mi vida y él sabía mi nombre. Cosas de pueblos», comenta Álvaro entre las risas también de Miriam y David. 

Para este último, esta estancia en Barbadillo -estarán un tiempo y más adelante volverán para otra temporada más larga- ha significado romper con la sobre estimación que supone vivir en una gran ciudad, la gente, el tráfico y el estar hiperconectado continuamente. «Actuamos casi como un piloto automático, vamos y venimos de la oficina, trabajamos... Tenía ya una sensación de agobio y necesitaba vivir la experiencia de una vida más sencilla, sin estar tan expuesto», comenta el joven. «Venir ha sido casi una respuesta natural y hemos recuperado algo tan sencillo como socializar, hablar con las personas con las que te encuentras por la calle, en Barcelona eso no pasa». 

Abierta a inquilinos. Aseguran que la convivencia está siendo buena y que los ratos que sus trabajos les dejan libre los dedican a charlar, conocer el pueblo e ir al bar. «También nos hemos hecho una ruta de senderismo y el fin de semana David y yo nos recorrimos un montón de pueblos, entre ellos Santo Domingo de Silos o Covarrubias, y también Sad Hill», señala Miriam. En uno de esos pueblos David entró a un bar. «Me llamó la atención que las personas que estaban allí no estuvieran inmersas en sus móviles, como pasa en las grandes ciudades, sino mirando al infinito, con sus pensamientos, me pareció curioso porque no es a lo que estoy acostumbrado», explica el joven, que afirma que ni él ni Miriam habían experimentado hasta ahora la opción de teletrabajar fuera de casa, algo que Álvaro si ha hecho durante los últimos dos años. «Se puede hacer desde cualquier lugar siempre y cuando se tenga internet. Lo recomiendo», comenta.

Esta casa, propiedad del alcalde de Barbadillo, Julián Hoyuelos, está abierta a más inquilinos, porque las estancias son por temporadas. «Hay más personas interesadas en vivir y trabajar desde aquí, tenemos que ir organizando la demanda de fechas con la disponibilidad de la casa», comenta Álvaro, que lamenta que a pesar de haber fibra en el pueblo no esté terminada la instalación para poder darse de alta en las viviendas. «Estamos con un router 4G y va bien, pero hay algunos interesados que nos han dicho que para venir es imprescindible disponer de fibra», señala el ingeniero informático, que asegura que hay muchas personas teletrabajando en la ciudad con ganas de salir, aunque sea por temporadas «y esta es una buena opción». En relación a los espacios de cooworking que se están creando en las zonas rurales, Álvaro considera que para que sean atractivos del todo deben de ir acompañados de la posibilidad de vivienda. «En La Rioja, Aragón y Galicia ya hay algo similar a esto, y está siendo un éxito», concluye. Para más información sobre este proyecto se puede visitar esta web.