La jefa y el salvavidas

P.C.P.
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Las piscinas de Estépar han emergido cual oasis para los capitalinos, vigiladas con mano de hierro y una sonrisa por María Cibrián

María Cibrián vigila las piscinas de Estépar. - Foto: Valdivielso

En el borde del vaso grande, dentro y fuera del agua, está la típica cuadrilla de graciosos. Mayorcitos ya, que no adultos, se ve a la legua que van, y nadan, sobrados. Aunque les falte imaginación y tengan que tirar de vídeos virales, como aquel del chaval a remojo en la piscina de un pueblo de Teruel, para hacerse notar. «La tranquilidad es lo que más se busca». Sin embargo, uno de ellos se lanza al agua con un mortal. Inmediatamente, suena un silbato que a punto está de romper algún tímpano. «¡Cristian!», se desgañita la socorrista, que sale como un rayo desde la sombrilla en la que se cobija del sol abrasador de la tarde de julio en la que se hizo este reportaje hasta el borde de la piscina. «¡Fuera!», le espeta. Y vuelve a su posición. Todo apunta a que no será el último encontronazo del verano entre ambos, que ya se tutean. «A otros les pongo yo los nombres. Me agotan», confiesa María Cibrián, aunque de su postura, erguida y plena de autoridad, no se colige que esté cansada. Más bien todo lo contrario. 

Ella sola se patrulla la piscina entera. Natural de Estépar, ha trabajado antes en el complejo del Talamillo y, aunque no tiene compañeros, afirma encontrarse a gusto. «Trabajo de 12 a 20 horas, con tiempo para comer y estoy muy bien. Tengo muy buenos jefes», apostilla y mira hacia donde se encuentra José Antonio Ramos, el responsable de las piscinas de la localidad desde hace años y de que el césped luzca mejor que el del Bernabeu.

Procedente de la construcción, se encarga de todas las labores de mantenimiento y jardinería del recinto, un espacio privilegiado con muchas sombras, en el que los usuarios valoran además que permitan introducir neveras y sillas propias.

«Para hacerte millonario esto no da, pero para salir del bachillo sí», explica Ramos, natural de Villamayor de los Montes. Tiene a 3 personas empleadas y a los de casa que echan una mano. En el bar ha habido fines de semana que han servido almuerzos a la hora de la merienda -«a las cinco y media de la tarde empezaron a comer algunos»- con lo básico: bocadillos, paellas y pollos asados, no quieren «más complicaciones. Parrilla no».

Aunque el verano empezó mal, la ola de calor de julio permitió que empezaran a «levantar cabeza», a lo que también ha ayudado el cierre por obras de la piscina familiar de El Plantío y la saturación del recinto de San Amaro, incapaz de asumir a tanta gente. Se ha convertido, de hecho, en un auténtico salvavidas para muchos capitalinos y también para quienes, como Adriana y Natalia, se han resignado a esperar un verano más a que termine la obra de Quintanadueñas.

DB en mano y acompañada de sus hijos, Carmen confirma que el recinto de Estépar se ha convertido en su refugio. Mientras en las piscinas de Burgos «tienes que reñir hasta con las de la puerta» y han desaparecido los bancos y sillas que había antes, aquí puede traérsela de casa.

ARCHIVADO EN: Verano, Burgos