Gracias una vez más. Gracias a quienes día a día nos atienden, en persona, por teléfono o con un simple correo electrónico. Y es que, gracias a su tiempo y, especialmente a su confianza, en Diario de Burgos podemos transmitir historias personales que reflejan, por ejemplo, el sentir de una comarca, la Ribera del Duero, marcada durante multitud de años por un sinfín de desgracias con el mismo escenario como triste protagonista: la fatídica Nacional 122.  

No siempre resulta fácil para alguien que ha tenido un accidente contar cómo fue o sus consecuencias a un periodista. Menos aún si no le conoce de nada. De ahí la denominación de testimonios valientes, por haber dado el paso de abrirse en canal ante alguien que les pregunta y repregunta y, sobre todo, por saber que compartiendo esta dura experiencia pueden contribuir a que quien tiene en su mano tomar medidas lo haga y que así ciertas tragedias no se vuelvan a repetir.

Recientemente, tres periodistas de este diario recibimos un premio nacional por un reportaje que publicamos sobre los 9.000 días de olvido que arrastra la N-122. El reconocimiento, como no podía ser de otra forma, va para ellos, para los testimonios valientes que nos regalaron. Como Salva, que después de unas cuantas llamadas y con la covid de por medio, accedió a compartir un momento tan complicado como el fallecimiento de su padre, Luis, en un accidente antes de llegar a Fuentecén, en el cruce con Hoyales de Roa.

Han transcurrido ya unos cuantos años y desde entonces sólo se ha pintado una línea continua en ese tramo. Vergonzoso. Él, como todos los afectados, únicamente reclaman una cosa: que les escuchen y, sobre todo, que actúen. Están (estamos) cansados de promesas. Ya lo dijo en estas páginas: «La mentira debería estar penada». Por favor, tomen nota.