Juan Francisco Lorenzo

Pensar con los ojos

Juan Francisco Lorenzo


Pantallas

30/10/2023

Seamos sinceros: la adicción a las pantallas tiene rango de epidemia. Comemos con pantallas, viajamos con pantallas, vivimos entre pantallas, niños y adultos. Nos preocupa el impacto que esto puede tener entre los más jóvenes pero, los no tan jóvenes, estamos también atrapados en la red, en un mundo virtual que cada vez gana más espacio al mundo real. Y eso tiene consecuencias, no tanto por lo que la pantalla nos muestra, sino por lo que de nosotros mostramos en ella en una exposición permanente con la que informamos quiénes somos, qué nos gusta y qué buscamos. Y al otro lado se recibe el mensaje, y se elabora un plan, algoritmo lo llaman, para que encontremos lo que deseamos, porque si lo ofrecido coincide con el deseo, la felicidad aparece. Nada más falso. 

«Hay que prohibir los móviles hasta los 16 años», afirma tajantemente Francisco Villar, psicólogo del hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, autor del libro Cómo las pantallas devoran a nuestros hijos, que saldrá a la venta el próximo 31 de octubre.

Son muchos los profesionales que llevan tiempo advirtiendo del riesgo del uso indiscriminado de pantallas en todas sus versiones y, más que su uso, el abuso actual sobre todo en entornos de la infancia y adolescencia, por el impacto que tiene en los procesos de maduración de la persona al fijar la atención en recursos externos, en lugar de relacionarse con los propios y desarrollar sus propias habilidades.

Probablemente, a estas alturas debemos admitir que todos tenemos cierto grado de adicción a las pantallas, no hay más que salir a la calle y mirar alrededor. Si sales de casa y te has dejado el móvil, recibes un impacto similar a que te hubieras olvidado el páncreas y, si tienes tiempo, vuelves a buscarlo. No es sensato irse sin el móvil, y menos aún sin el páncreas. La comparación es asimétrica, pero el móvil es ya un órgano más del cuerpo.

El crecimiento personal pasa por la conexión con uno mismo, con la gestión de la frustración, con saber esperar. La pantalla no enseña, distrae, no entrena los recursos personales, los anestesia. 

Queridos padres, os entendemos pero no os engañéis: la pantalla distrae pero impide conectar consigo mismo, y eso sí es creativo.