El comercio de Zatorre esquiva la demolición y se queda

G. ARCE
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Todos los negocios afectados por el derribo de la manzana de viviendas del Círculo han buscado nueva y cercana ubicación en el barrio

El comercio de Zatorre esquiva la demolición y se queda en el barrio. - Foto: Alberto Rodrigo

No queda ninguna persiana abierta en los comercios que poblaron la manzana de viviendas de Zatorre y tampoco nada indica que este enclave urbano será devorado por las excavadoras este verano para dar paso a 131 pisos de alquiler social del Círculo Católico. Solo los carteles en los escaparates vacíos anunciando un traslado dan pistas al paseante de la inminencia de un proyecto que está llamado a transformar el barrio de Santa Clara. 

Entre los comerciantes afectados por el derribo hay un sentimiento agridulce: abandonan un emplazamiento en el que han prosperado las últimas décadas, dan por perdida la clientela que habitaba las 91 viviendas hoy cerradas, pero reciben con esperanza la promoción de 131 que traerá al barrio nuevas familias y clientes en un plazo de tres años. 

Los alquileres que se anuncian oscilan entre los 150 y los 350 euros mensuales, suficientemente atractivos para llenar pronto los nuevos hogares. Ya hay lista de espera. 

Un breve paseo por la manzana que delimita las calles Andrés Martínez Zatorre, Molinillo, San José y Padre Salaverri recuerda que, en este lugar, levantado en los años 50 por la Caja de Ahorros del Círculo Católico, fue un rico enclave comercial y humano dotado con pescaderías, fruterías, mercerías, peluquerías, estanco, panadería, carnicería, fontanería y una asesoría

En su tiempo hubo un pequeño supermercado, el de 'la Mari', y los periodistas del antiguo Diario de Burgos, el de la calle San Pedro de Cardeña, recuerdan la tienda de equipos de sonido a la que fueron a comprar las primeras grabadoras de cinta para recoger sus crónicas. 

Hubo también centros de formación, algún bar y hasta parte de los bajos de Zatorre llegaron a ser, a mediados de los 2000, sede provisional del Instituto Nacional de la Seguridad Social y de la Tesorería General mientras se construía la nueva sede de estos organismos del Estado en la calle Vitoria.

Hoy no hay nada de todo aquello (salvo puertas cerradas) y pronto, a partir de julio, no quedarán ni las fachadas ni las estructuras de madera de estos viejos pisos.

Sin embargo, Santa Clara mantiene su atractivo y todos los negocios afectados se han ido reubicando a lo largo del último año en los alrededores de la vieja manzana, en la que, además de viviendas, se construirán aparcamientos subterráneos (150 plazas), aunque no habrá locales para seguir apostando por el comercio de proximidad.

El traslado ha sido traumático y complejo. Que se lo digan si no a Isabel Pérez Alonso, que regentaba el estanco de la esquina de las calles Molinillo y Martínez Zatorre desde principios de los 2000. Cambiar un estanco no es una tarea fácil, explica, porque su concesión por parte del Comisionado para el Mercado de Tabacos, organismo dependiente de Hacienda, está vinculada a una zona urbana y respeta unas distancias mínimas con otros estancos y también con los centros escolares. Muy próximo está el Colegio del Círculo, uno de los motores de la vida de esta zona. 

Finalmente, Isabel encontró su sitio unos metros más allá del antiguo, también en Martínez Zatorre y también propiedad del Círculo Católico.

«He perdido a los clientes del bloque que desaparece, pero los ganaremos con el nuevo. Quería volver al mismo sitio que dejé, pero me han dicho que el nuevo edificio no tendrá locales comerciales. En el fondo, lo entiendo, cada vez hay más locales vacíos y la tendencia es a bajar persianas».

Pese a los cambios de hábitos, Isabel defiende la renovación del barrio de Santa Clara. «Sí, ha envejecido, pero también viene gente joven. Es céntrico, tiene servicios (aunque perdimos la sucursal bancaria) y creo que a las nuevas viviendas vendrá gente joven».

María Soledad Castilla recuerda con emoción a su madre, Gloria, que da nombre a la peluquería que regenta justo al lado de la manzana en cuestión. «Mi madre abrió la peluquería en el año 60. Era muy pequeñita. Yo la amplié en el 89 uniendo otro local... Somos una peluquería de generaciones: peinamos a la abuela, a sus hijas, a sus nietos y sus biznietos. A mi madre la conocía todo el barrio y junto a la peluquería había mucho comercio. Son gente sencilla».

Soledad ha luchado mucho el traslado porque dejó un negocio recién remodelado («No me dieron ni una notificación por escrito...») y tuvo que enfrentarse a la búsqueda de un nuevo emplazamiento (en Martínez Zatorre).

«Mientras hacían las obras de la nueva peluquería, que me he pagado yo, trabajaba en la vieja y manteniendo a mi equipo de gente. No me podía ir del barrio, aquí somos una referencia. Solo me consuela que venga gente nueva. Si no ayudas al autónomo los barrios se mueren».

Sofía García, de SGF Asesoría, ocupaba una de las esquinas de la manzana que va a desaparecer y no lo ha tenido fácil para encontrar una alternativa de local a su gusto. «Finalmente, estamos instalados en Ramón y Cajal. Nos interesaba quedarnos en el barrio porque, aunque una parte de nuestro negocio son empresas y autónomos, cada vez hay más clientes particulares, vecinos del entorno, que solicitan nuestros servicios para temas de renta». 

Isabel Fernández ve desde el mostrador de la nueva carnicería Sedano el antiguo emplazamiento del negocio. «Cuando te dicen que tienes que abandonar un negocio que funciona te asustas un poco. Todos fuimos corriendo a buscar otro emplazamiento y lo necesitábamos en el barrio». Se trasladaron el pasado julio, «fuimos los últimos tras la estanquera y la asesoría». 

«Una carnicería -explica- no se puede ir muy lejos porque pierde a sus clientes. Nosotros logramos un espacio frente a la nueva promoción de vivienda y estamos encantados. Es bueno que se renueve la vivienda, que venga gente joven y familias. Son mejores consumidores de carnicería que la gente muy mayor».

La manzana vacía de inquilinos ha aliviado «un poco» la presión de la falta de aparcamiento. Pronto entrarán las máquinas...