El Cid, Menéndez Pidal y la censura

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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Un estudio saca a la luz que el grupo que se constituyó para asesorar en la construcción de la estatua alteró el texto del pedestal propuesto por el filólogo para evitar conflictos que pudieran empañar la «amistad hispanoárabe» del franquismo

El filólogo Ramón Menéndez Pidal.

Lo de los proyectos que parecen gafados desde su anuncio o que se enquistan y se enmarañan por cuestiones económicas, burocráticas o políticas no es cosa del presente en esta ciudad. Quienes asisten perplejos a los vaivenes de la construcción del futuro centro de salud del Silo o que ya escuchan 'parque tecnológico' como quien oye llover deberían saber que existe una larga tradición burgalesa en complejizar las intervenciones de las administraciones públicas. Uno de esos capítulos ocurrió a mediados del siglo pasado y tuvo como 'víctima' colateral al enorme filólogo e historiador Ramón Menéndez Pidal, profundo conocedor del legado literario de la figura del Cid y muy unido a Burgos, además, por diferentes circunstancias personales, que en enero de 1948 fue nombrado vocal de la Junta Cidiana que se formó para organizar los actos con los que se festejaría la erección de la estatua del héroe. 

Porque la idea, en aquel momento, era que ese mismo verano la recreación de Juan Cristóbal de Rodrigo Díaz de Vivar pudiera cabalgar con su espada y amagar con volar por encima del Arlanzón, pero las cosas se complicaron tanto que los fastos se retrasarían nada menos que siete años y a ellos, por cierto, no estaría invitado el escultor. El director de la Fundación Ramón Menéndez Pidal, Antonio Cid, acaba de publicar el estudio Burgos y el imaginario cidiano. Menéndez Pidal, el monumento al Cid y la ornamentación del Puente de San Pablo, en el que explica que no solo el filólogo formó parte de esa comisión de festejos sino que su intervención fue determinante en la elección y forma final de las inscripciones del pedestal de la estatua, un asunto que no estuvo exento de polémica.

«Fue don Ramón quien eligió y tradujo las frases que finalmente se esculpieron. Una era del historiador árabe Ibn Bassam, desconocido hasta poco antes de que Menéndez Pidal usara su texto, y la otra, procedente de una crónica francesa medieval, el Chronicon Malleacense, porque él tenía interés en que no fueran reflexiones locales sino lo más universales posible, un texto en latín y otro en árabe, poniendo de manifiesto, además, la internacionalización de la fama del héroe. Esto es lo que le propone al Ayuntamiento -que le había sugerido que escogiera dos pasajes del Poema del Cid- que luego lo censuró», explica el autor de la investigación, lo que demuestra que lo que ahora se denomina 'corrección política' no es nada nuevo.

Estatua del Cid frente al Teatro Principal de Burgos.Estatua del Cid frente al Teatro Principal de Burgos. - Foto: Valdivielso

En una carta que Menéndez Pidal le escribe a Matías Martínez Burgos, exalumno suyo, académico bibliotecario y cofundador de la Institución Fernán González y miembro de la Junta Cidiana, se lo explica claramente: «Es preciso reflejar la grandeza real del héroe en las dos mitades del mundo de entonces, la Cristiandad y el Islam, sin olvidar la intimidad burgalesa y el más famoso verso del Poema».
La primera propuesta del académico fue que en un costado se pudiera leer Para desgracia del orbe islámico el Campeador fue, por su habitual clarividencia, por la prudente firmeza de su carácter y por su grandiosa bravura, un milagro de los grandes milagros del Creador, del árabe Ibn Bassam, y en el otro, En España, dentro de Valencia, falleció el conde Rodrigo, y su muerte causó el más grave duelo en la cristiandad y gozo grande entre los enemigos musulmanes, del cronicón francés. Pero estas traducciones fueron enmendadas por el Ayuntamiento, que entonces dirigía Florentino Díez Reig. «Criterios de corrección política y la por entonces muy proclamada 'tradicional amistad hispanoárabe' imponían suprimir referencias explícitas al Islam y el enemigo musulmán», explica el investigador.

A Menéndez Pidal se lo cuenta de esta forma Matías Martínez Burgos en la misiva en la que le da cuenta de «los recortes o más bien censuras», como los denomina Antonio Cid: «Advertirá que en la inscripción del cronicón malleacense se ha suprimido la última palabra 'musulmanes' de la redacción mandada por usted. Es, por lo visto, consejo de prudencia diplomática, por si acaso se nos disgusta la escolta mora de Franco, y sus congéneres del mundo árabe. Por la misma razón, en la cita de Ibn Bassam, se ha cortado también el comienzo que decía 'Para desgracia del orbe islámico'… No se quieren conflictos; un día cualquiera mandarán derribar los Santiagos matamoros, ordenarán suprimir en nuestra Historia los ocho siglos de lucha, y nos mandarán pasear por las calles la efigie de Mahoma. ¡Esta es España! (...) Puede figurarse, querido Don Ramón, mi contrariedad por semejantes insensateces, hijas legítimas de la cobardía y de su hermana gemela la adulación, tan características de estos desdichados tiempos».

Antonio Cid destaca el tono de estas comunicaciones que, de haberlas hecho públicas probablemente le hubieran causado algún disgusto a su autor. «Sus ironías sobre la guardia mora de Franco, el derribo de los Santiagos matamoros y su manifestación de distancia respecto a personajes tan conspicuos en Burgos como el cronista oficial de la ciudad y el pluriacadémico y cronista de la provincia Luciano Huidobro, permiten vislumbrar en Martínez Burgos un inconformismo de fondo y un cierto esprit fort que debía disonar en el ambiente cultural burgalés». 

La propuesta de esculpir el texto de Ibn Bassam en caracteres árabes, lo que según el trabajo de Antonio Cid respondía «a la misma idea-fuerza de trascender lo local y reflejar la universalidad de la fama del Cid», también se desechó: «Al impedirlo el localismo extremo del cronista Teófilo López Mata, con el argumento de pocos vuelos de que 'nadie va a leer en Burgos' un texto árabe, se incomprendió algo esencial para la posteridad del Cid y privó a la estatua de un símbolo y un referente cultural ineludibles en la Edad Media española».