Héctor Jiménez

Ni confirmo ni desmiento

Héctor Jiménez


La otra España vacía

19/04/2024

Cerrado. Tapiado. Empapelado. Grafiteado. Destartalado. Abandonado. Olvidado. No es una colección de adjetivos al azar. Es el bombardeo de sensaciones que provocan tantísimos rincones de la ciudad de Burgos al pasar por ellos y abrir bien los ojos, intensificando la mirada un poco más de lo normal, para centrarlos en los bajos comerciales.

Se está muriendo una forma de vida, de intercambio económico y social. Las tiendas de barrio van cayendo una tras otra, víctimas de la transformación radical de nuestros hábitos de consumo, y con ellas no solo mueren los negocios, sino también su seña de identidad cultural. Es otra forma de España Vacía.

Se extingue el propio aspecto físico de la ciudad que hemos conocido en el siglo XX y comienzos del XXI. Aquella basada en los edificios de varias plantas, en cuya parte superior se alojan los vecinos, mientras en la inferior se concentra la actividad pública, la de puertas abiertas a todo el mundo.

Así, proliferan las promociones en cuya planta a ras de suelo también hay viviendas, y muchas otras con vallas perimetrales que suponen no solo una barrera física sino también psicológica para quienes no pueden no solo habitarlas, sino ni siquiera acercarse a ellas. Como los antiguos palacios de los nobles, pero ahora protegiendo a las mondas y lirondas clases medias de 'la urba'.

No digo que todo el comercio vaya a ser arrasado. No pretendo exagerar. Pero es evidente que el comercio de proximidad será reducido a unas pocas calles en cada ciudad, principalmente concentradas en zonas históricas (moda, turismo y hostelería) y en los cogollos supervivientes de los distritos periféricos. Del resto desaparecerá toda tienda pequeña, bajo la tormenta perfecta de unos alquileres por las nubes y unos consumidores que les han dado la espalda.

Y los culpables somos todos. Los que recurrimos a la comodidad de la compra de fin de semana en el centro comercial o pedimos a golpe de click hasta una tableta de chocolate o una pijadita de un euro para el teléfono móvil. Escribo en primera persona, porque no soy de esos que presumen de fidelidad a las tiendas locales.

Habrá una transformación del modelo y dentro de unos años nos parecerá exótico que hubiera locales de 10 metros cuadrados con mercerías funcionando en ellos. Quizás lo venidero sea mejor, aunque no lo creo. Lo seguro es que, hasta entonces, la degradación urbana derivada de la sucesión de locales cerrados, está haciendo mucho más feas las calles que pisamos.