"Cada vez pesa más la soledad"

R. PÉREZ BARREDO
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Crece de forma inexorable el número de personas mayores que tienen que ser auxiliadas en sus hogares. Entramos en el de María, de 85 años, que vive sola desde hace 25

María, de 85 años, sentada a la mesa de la cocina. - Foto: Patricia

Todavía es una mujer fuerte, aunque diga que va perdiendo energía. Si es cierto, lo disimula muy bien: la intensidad de su mirada, su expresión despierta, la manera que tiene de llenar sus dominios -pese a que sólo ella los habite- dan medida de su carácter animoso y resistente.Y de un espíritu luchador, a prueba de bombas. «He tenido una vida dura. Pero aquí estamos». María vive sola desde que enviudara hace veinticinco años, que se le antojan una eternidad aunque hayan pasado como un suspiro: detiene su mirada en el calendario de la cocina y se queda un instante en silencio, reflexionando acaso con incredulidad sobre el vértigo de los días y de las noches, sobre su inquebrantable fugacidad. «Ya tengo 85 años. Empiezan a ser muchos... Pero estoy bien. De momento estoy bien. No quiero ni oír hablar de ir a una residencia. Y eso que ya conozco alguna amiga que está pensando en hacerlo. Pero yo, tan pronto, ni hablar...», apostilla con férreo convencimiento.

Pero es una mujer inteligente y consciente de que vivir sola tiene sus riesgos: una caída, un problema súbito, cualquier malhadado contratiempo puede resultar fatal antes de poder reclamar auxilio. Está, además, informada: sabe que las personas mayores que viven solas son muy vulnerables. Tiene María cuatro hijos que la adoran y que están pendientes de ella, pero ninguno reside en Burgos. Cuando alguno desembarca en su casa, ésta parece encenderse, volver a la vida, más aún si la visita es con nietos, esa gente menuda que rejuvenece a cualquiera. «Me dan la vida», dice con inmensa ternura. «Cuando vienen, no paro. Y eso me gusta, me reactiva.Hace que me sienta útil», confiesa. Reconoce que no lleva mal la soledad, entre otras cosas porque es una gran lectora y le entusiasma hacer punto y costura. «La televisión la veo poco, salvo una telenovela a la que me he aficionado ahora, pero leer, leo mucho.Me encanta. Nunca me voy a dormir sin una buena sesión de lectura.Es una gran compañía», subraya.

Tiene María sus rutinas cotidianas bien establecidas: pasear, hacer la compra, asistir a misa, donde coincide con alguna amiga y aprovecha pegar un rato la hebra. Todos los días se parecen demasiado, especialmente en invierno. Y sí: la casa se le hace grande a menudo.Demasiado silenciosa, especialmente después de que hayan pasado por ella alguno de los hijos con los nietos. «Cada vez pesa más la soledad.Después de que han estado, les echo muchísimo de menos», admite.

No tiene ningún achaque especialmente preocupante, pero reconoce que ya ha pensado en recurrir al programa de Teleasistencia, por si vinieran mal dadas, que nunca se sabe. «Cada vez lo pienso más, porque el tiempo pasa y vamos cumpliendo años, aunque me encuentre bien». Sabe que son cada vez más los casos en los que bomberos o sanitarios tienen que acudir a hogares en los que reside una sola persona mayor porque ésta ha tenido algún contratiempo. (Este periódico publicaba esta misma semana que los Bomberos de Burgos reciben una media diaria de un aviso en este sentido).

(El reportaje completo, en la edición impresa de Diario de Burgos de hoy lunes o aquí)

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