Lo que para algunos son serpientes de verano, esos temas que surgen en la actualidad estival, para mí están siendo una reafirmación de que todavía queda mucho por hacer en lo que a feminismo se refiere. No tuvimos suficiente con las críticas hacia el gesto de Eva Amaral en Sonorama Ribera, pidiendo a grito de Revolución que deje de silenciarse la lucha por la igualdad, y ahora nos vuelven a demostrar que lo que hace un 'señoro' no tiene importancia, que es un gesto cariñoso, que se está haciendo una montaña de un grano de arena...

Cuando tendríamos que estar hablando de todo lo que nos queda por luchar para eliminar la censura hacia lo femenino, buscando una sociedad unida que reme en esa dirección, celebrando que se visibilice con un éxito deportivo todos los techos de cristal que hay que romper todavía, un amplio sector de la población minimiza logros, reduce visibilidad y demoniza esta lucha justa.

Porque quienes vivimos en directo la electricidad que transmitió Eva Amaral al descubrir sus pechos en el emocionante colofón a su concierto en Aranda de Duero fuimos conscientes a los diez minutos de acabar que, por mucha visibilidad que tuviese ese gesto y por mucha fuerza que nos transmitiese para mantener la lucha feminista, las críticas hacia su valentía iban a enmarañar lo que tendría que haber sido un nuevo empujón en pro de la igualdad entre hombres y mujeres.

Y quienes vibramos con la victoria de la selección femenina de fútbol y el gol de Olga Carmona y la última parada de Cata Coll, ahora tenemos que clamar porque Luis Rubiales dimita, y que lo haga ya, por plantar un beso en los morros a Jenni Hermoso. ¡Algo que no hizo con Iniesta, Piqué o Ramos! Porque sus explicaciones no valen de nada, más allá de ratificar que su machismo ha traspasado la línea del abuso y que no se arrepiente de nada. 

En el fútbol, como en la vida, sobran 'señoros' y falta igualdad. Aferrémonos a los buenos referentes y sigamos su ejemplo, frente a quienes trivializan una lucha a la que aún le quedan muchas batallas.