Tengo un amigo al que no le gusta Meryl Streep. No íbamos a estar de acuerdo en todo, qué le vamos hacer. Y sería aburrido, además. Pero aprovecho la circunstancia para pincharle diciendo que ya tiene algo en común con Trump, que dijo que estaba sobrevalorada. El caso es que Streep recibió el premio Princesa de Asturias de las Artes el otro día y además de mover las caderas al ritmo de las gaitas, aprovechó para decir un par de cosas con la sutileza que la caracteriza. Una, la más importante quizá, fue una llamada a la empatía, imprescindible siempre y ahora más que nunca. La otra fue que ha interpretado a tantos personajes excepcionales que a veces el público piensa que ella también lo es. Parece una declaración de modestia pero es una verdad muy grande: no hay más que ver cuántos intérpretes relatan que han recibido insultos y amenazas tras interpretar a un villano. O esa costumbre que tenemos de preguntar a los artistas por temas de actualidad y luego hacernos los indignados porque sus declaraciones no corresponden a lo que esperamos de ellos, porque queremos que sean como los vemos en pantalla. 

Viendo al chaval de 10 años al que le dio tremenda llorina cuando conoció a la actriz norteamericana, me imaginé la sorpresa de los paisanos que estaban tomando una birra en El Patillas hace unos años cuando entró Joan Baez a la taberna. Luego que no pasan cosas en Burgos. El fin de semana pasado había tantas actividades programadas en teatros, salas de exposiciones o locales varios, que se hacía más difícil escoger dónde ir que decidirse por una peli en el inmenso catálogo de una plataforma de vídeo. Asociaciones de todo tipo, entidades e instituciones se esfuerzan por dar vida a la ciudad. El público suele responder con un entusiasmo que contradice la fama de frialdad que tenemos en la meseta. Echen un vistazo a la agenda y disfruten.