Guardianes y motores del mundo rural

F. TRESPADERNE / Vallejera
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La sequía está generando una gran incertidumbre en el sector agrícola, cuyos profesionales confían poco en los políticos y en su capacidad para revertir la situación de «abandono» en la que están los pueblos y el campo

Los agricultores se resisten a abandonar los pueblos, pero aseguran que la supresión de servicios les empuja a la ciudad. - Foto: Luis López Araico

Las heladas, la sequía y el pedrisco de hace unos días han generado en los agricultores burgaleses una gran incertidumbre «porque los gastos de la sementera han sido muchos y nos sabemos si cosecharemos o no, pero mala pinta tiene en estos momentos. Además, los precios han caído y no hay perspectivas de que suban. Hay mucho desánimo este año», aseguran al unísono José Ramón Alcalde, Borja Iglesias, Jorge de los Mozos y Hugo Ortega, tres profesionales del campo y joven que ya se está preparando para tomar el relevo en la explotación familiar cuando su padre se jubile porque su ilusión es dedicarse al campo, aunque está estudiando electromecánica.

Los cuatro siguen mirando al cielo en busca de un nubarrón que descargue el oro líquido para sus cultivos de secano y pendientes de las aplicaciones móviles para ver si hay algún atisbo de esperanza en que en los próximos días llueva. José Ramón Alcalde, agricultor de Valles de Palenzuela, se ha dedicado toda su vida a la agricultura y asegura que no ha vivido una situación como esta.

Al igual que sus tres compañeros, Alcalde es de los que exigen más que ayudas unos precios justos para sus productos, y confía poco en la política. «Los políticos prometen mucho y luego no dan nada», motivo por el que ha rechazado alguna que otra propuesta para ir en una candidatura porque como vecino de la denominada 'España vaciada' ha visto como progresivamente sus vecinos se han ido marchando del pueblo por la merma en los servicios «y nadie hace nada», asevera. «A los políticos se le llena la boca cuando hablan de la vida rural o de la España vaciada, pero no dan nada, al contrario nos quitan servicios», afirma este agricultor que aún vive en su pueblo.

«No tenemos ni médico ni cura, que viene cada quince días, y al médico le tienes que llamar para pedirle permiso para ponerte malo. Hay que pedir cita para todo y nos tienen abandonados», afirma Alcalde, que reconoce que en lo que algo sí se ha avanzado es en el tema de internet.

«Nos han metido la fibra y ahora estamos bien», asegura este agricultor acostumbrado a pelear en solitario para sacar adelante su explotación «porque aquí no viene nadie, ni mujeres. Nadie nos preguntan sobre lo que necesitamos, solo el diputado provincial de la zona, José Antonio de los Mozos se acerca. Estamos abandonados de la mano de Dios».

Alcalde pide a los políticos que «ayuden más a la gente para que se queden en los pueblos y mejoren los servicios para que otros se animen a venir aquí porque ahora es difícil que lo hagan sin médico y sin nada, los servicios son fundamentales para fijar población». En este sentido, estos agricultores también reclama más ayudas fiscales para que los panaderos, carniceros o pescaderos «puedan continuar prestando sus servicios porque ahora al panadero no les compensa ir para vender un par de barras de pan», manifiesta, a la vez que muestra su desconfianza en que se pueda invertir la tendencia actual «porque no vemos que nadie haga nada».

Borja Iglesias es uno de esos agricultores que cuando se casó y tuvo hijos se vio «obligado» a abandonar Vallejera para irse a vivir a la capital «aquí no hay escuela ni otros servicios, pero bajo a trabajar al pueblo, aunque las obligaciones las tengo en Burgos», asevera, a la vez que reconoce, no sin resignación, que esta es la tendencia «porque no hay trabajo y la gente se asienta donde hay empleo, ahora en los pueblos hay mucho menos trabajo que hace cuarenta años».

Para Iglesias es «prácticamente imposible» que los pueblos puedan recuperar la pujanza que tuvieron en su día y afirma que es muy difícil montar un negocio en el mundo rural «porque hay tantas trabas como en la capital, mucha burocracia», de lo que culpa a los políticos. «Los políticos dicen muchas cosas y luego se olvidan, con que dejen trabajar a la gente a gusto sería suficiente, además de algún que otro incentivo fiscal para que los jóvenes puedan montar algún negocio en los pueblos».

Jorge de los Mozos ha mamado desde pequeño el oficio de agricultor, ha seguido los pasos de su padre y sigue viviendo en Vallejera, donde se ha hecho cargo de la explotación familiar y está viviendo la que previsiblemente será su peor campaña. «Arriesgamos mucho dinero para lo que luego llegamos a recoger y muchas veces los seguros no cumplen con las expectativas que prometen», asegura este joven, que apostó por vivir y trabajar en el medio rural.

«Desde pequeño me gustaba esta vida, lo he ido mamando poco a poco y cuando llegó el momento decidí quedarme aquí», manifiesta, a la vez que reconoce que nunca se ha imaginado «trabajando en otro sitio y con un horario seguido, aunque posiblemente aquí trabaje más horas que uno que está en una fábrica, pero no me veo metido en un cajón», matiza, a la vez que reconoce que le gusta vivir en Vallejera.

Jorge no se atreve a aventurar lo que ocurrirá en un futuro, «aunque si tienes un hijo no te queda más remedio que irte a vivir o empadronarte en Burgos». Para cambiar esta tendencia y frenar la sangría de la despoblación Jorge anima a los jóvenes a apostar por los pueblos, «donde se vive tranquilo y si tienes ganas de trabajar se pueden traer algunos negocios, pero para ello tienen que dar alguna facilidad a los que se plantean hacer algo en el medio rural y no frenar esas iniciativas con la burocracia. Hay que facilitar su implantación», reitera.

Adoptar esas medidas, asegura Jorge, corresponden a los políticos, «que pueden hacer algo más de lo que están haciendo. Muchos creo que sí que hacen su trabajo, pero otros tantos están a la bartola», afirma Jorge en presencia de Hugo Ortega, que aspira a seguir sus pasos.

Hugo, natural de Villodrigo, estudiante de electromecánica y sus ratos libres ayuda a su padre con la labranza. «La agricultura me encanta y aquí estoy en mi salsa», asegura este joven que tiene la vista puesta en ser agricultor que insiste en manifestar que se ha criado viendo tractores y que el campo le gusta. Lo que no tiene tan claro es si podrá vivir en el pueblo o se tendrá que marchar a la capital «porque el pueblo está cayendo en picado y cada vez será más difícil vivir aquí... parece que nos empujan a vivir en la ciudad, pero de momento no me planteo otro lugar que no sea Villodrigo para vivir».

Al igual que para los jóvenes de la ciudad, para Hugo el acceso a una vivienda también es motivo de preocupación «porque es muy difícil encontrar una en Villodrigo. Hay gente que quiere vivir en el pueblo y no encuentra casa, ni terreno para construir una», asegura este futuro agricultor que afirma que, «no me gusta meterme en política, pero creo que los políticos podrían hacer algo más por los pueblos y mejorar los servicios».

Estos cuatro agricultores se resisten a cerrar las puertas de los pueblos y exigen más apoyo para que la 'España vaciada' deje de serlo y sea atractiva para vivir en ella.