«No entiendo por qué tardaron tanto en derivarlo al HUBU»

G.G.U.
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Iván Diez Huerta reclama un cambio en la Atención Primaria, que insistió durante meses en un diagnóstico de lumbalgiay ciática cuando su progenitor sufría un cáncer masivo y terminal

Iván Diez muestra una imagen de su padre en junio del año pasado. Solo en verano perdió 12 kilos. - Foto: Patricia

A Iván Diez Huerta, de 18 años, le duele que su padre cotizara décadas a la Seguridad Social y que, cuando necesitó asistencia sanitaria porque un cáncer masivo lo consumía, no obtuviera del primer escalón del sistema, la AtenciónPrimaria, más diagnóstico que lumbalgia y ciática. «Durante meses», enfatiza el joven, en un testimonio cuyo propósito es evidenciar la importancia de los centros de salud. «Fallaron en un primer diagnóstico, pero lo que no entiendo es por qué tardaron tanto en derivarlo al HUBU para que le hicieran las pruebas que Primaria no puede hacer», destaca.

El relato del joven, de Salas de los Infantes, comienza hace justo un año. Su padre empezó a sentir un dolor de espalda intermitente, por lo que consultó con el médico de familia. Le pidieron unos análisis que no revelaron nada anormal, pero, como el malestar no remitía, el hombre volvió al centro de salud. «A mediados de junio le pidieron una radiografía, que le hicieron en el HUBU el 9 de julio y en la que tampoco se vio nada», recuerda Diez. Pero el padre seguía igual y a lo largo del verano optó por recurrir a las urgencias ambulatorias. «Le decían que se le había inflamado el nervio ciático y que le iban a pinchar una inyección con un calmante muscular, con lo que mejoraba un par de días. Pero el dolor volvía, así que él volvía a urgencias y otra vez el mismo proceso: si no era el nervio ciático era una lumbalgia», comenta Iván, destacando que en una visita a las Urgencias del HUBUel diagnóstico -y la terapia- fue igual que en Primaria.

«Mi padre decía que tenía algo interno, sobre todo porque, a finales de septiembre, el dolor era permanente y, sin quererlo, había perdido 10 o 12 kilos», recuerda el hijo. La medicación no hacía efecto ni dos días y, en una de esas idas y venidas al centro de salud, «él mismo pidió que lo derivaran al HUBU y, ahí sí, le hicieron el volante». A la vez, le dieron la baja.

El hombre entró en las Urgencias del hospital el 10 de octubre, por «dificultad respiratoria sin especificar» y, después de una serie de análisis, lo derivaron a la unidad de diagnóstico rápido. «Le hicieron muchas pruebas y a finales de mes le diagnosticaron un carcinoma de origen desconocido en fase cuatro», cuenta el hijo, mostrando los partes en los que Medicina Interna y Oncología detallan que tenía metástasis en los ganglios, pulmones, hígado, peritoneo, riñón y múltiples huesos (cráneo, esqueleto axial, humeral, femoral y tibial)...

La primera semana de noviembre le ingresaron para tratar «de darle un diagnóstico más concreto y controlarle mejor el dolor», así como para hacerle otra tanda de pruebas que concluyeron el 11 de noviembre, con una sesión de quimioterapia. A la semana fue a consulta y le vieron una infección pulmonar. Lo ingresaron el 18 de noviembre y el 2 de diciembre murió.

La familia sigue sin saber ni cuándo ni dónde surgió el tumor primario. En las muestras que el hospital envió a analizar se apreció que «había tres mutaciones, ninguna específica, y nos dijeron que no se hubiera beneficiado de ningún tratamiento porque, al no conocer el origen, tampoco sabían dónde dirigir la terapia», comenta Iván. Tras descartar como punto de partida el hígado y los bronquios, se cree que pudo ser el páncreas. Pero certeza no hay. Lo único que tienen claro es que no había curación posible. «Vale. Eso lo entiendo, porque sabemos que entre un 3% y un 5% de los cánceres son de origen desconocido y también sabemos la mortalidad que tiene una enfermedad así», comenta el joven.  

Lo que admite ser incapaz de comprender es por qué no se valoró una opción distinta a la lumbalgia durante meses. No porque lo fuera a curar, sino para que falleciera en paz. «Lo peor fue ver a mi padre, que era robusto, destrozado y retorciéndose de dolor. Eso sí podía haberse evitado», concluye.