La paz está en Villarcayo

A.C. / Villarcayo
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Tras 12 meses de guerra, las 28 personas que forman la comunidad ucraniana de Villarcayo, 11 niños, siguen luchando por salir adelante, algunas ya con empleo y otras en busca de esa oportunidad que añoran para dejar de depender de la solidaridad

Natalia Fernández (d.) realiza gestiones en Comisaría con dos ucranianos. - Foto: Patricia

Llegaron aterrados ante lo desconocido. O al menos esa fue la impresión que se llevó la concejal de Asuntos Sociales, Natalia Fernández Molina, cuando se puso frente a todos ellos hace casi un año. Decidió estar ahí. No abandonar el barco bajo ningún concepto y con ella una veintena de voluntarios -amigos y conocidos- continúan sosteniendo la vela de la solidaridad en Villarcayo, donde 28 ucranianos, once de ellos niños, cuatro varones y trece mujeres viven escapando de la guerra.

Todos anhelan independencia económica y trabajo. Algunos, como Misha, Sveta, Oleksander y Luda y su hijo, lo han conseguido. También Elena acaba de comenzar en uno temporal como empleada de hogar, pero le durará unos dos o tres meses, puesto que presta sus servicios a una mujer que ha sufrido una caída y la necesitará durante el tiempo que dure su recuperación. Después, Elena, que convive con sus dos hijos, uno de ellos autista, y su madre, volverá a necesitar otra oportunidad laboral.

Ella forma parte de una de las cuatro familias ucranianas que aún continúan viviendo en pisos cedidos, en tres casos por particulares que solo han cobrado los gastos de las facturas de electricidad, agua y otros suministros durante todo este tiempo, y en un cuarto propiedad del Ayuntamiento. Otras tres familias cuentan con ingresos que les permiten alquilar su casa.

Oleksander Boyko es operario en Ribó Fire Systems (Macoin).Oleksander Boyko es operario en Ribó Fire Systems (Macoin). - Foto: Valdivielso

A Natalia Fernández le ronda ahora una preocupación, uno de los propietarios necesita su vivienda y urge encontrar otra en alquiler con un precio simbólico de no más de 150 euros. Será precisamente para Elena y su familia y hace un llamamiento a quien desee colaborar y cuente con un posible hogar.

Cinco mujeres están en busca de empleo. En muchos casos son las cabeza de familia, porque los hombres son la excepción. Ellas son las que más ayuda siguen precisando. Para vivir dependen de los fondos que aportaron los vecinos en su día, con los que aún se pagan los gastos de las viviendas, y de los bonos sociales de Cáritas, con los que se proveen de alimentos o pagan otros gastos básicos. Una vez que habían llegado a Villarcayo, supieron que no iban a recibir ayudas del Gobierno central, si no se integraban en el sistema de Accem, una ONG especializada en el trabajo vinculado al derecho de asilo y la protección internacional. Eso les hubiera obligado a irse al hostel de Burgos desde donde se redistribuía a las familias ucranianas. Pero se sentían más seguros en Villarcayo y decidieron quedarse.

Hace apenas 15 días la Junta de Castilla y León sacó la primera convocatoria de ayudas para familias ucranianas con necesidades, que podrán cobrar 400 euros mensuales y 100 más por cada niño durante un máximo de seis meses. La edil ya ha hecho los trámites de solicitud, pero cree que este dinero tardará otro medio año en llegar.

Liudmyla Sydorenko (Luda) es limpiadora en la posada y restaurante La Taxuela.Liudmyla Sydorenko (Luda) es limpiadora en la posada y restaurante La Taxuela. - Foto: Valdivielso

Junto con la ayuda económica de los vecinos y Cáritas, los voluntarios han sido el otro pilar que ha hecho la vida más fácil a la comunidad ucraniana, acompañándoles al Centro de Salud; a consultas especializadas a Burgos, aún perdiendo horas de trabajo, como destaca Natalia; a reuniones escolares; o incluso a actividades de apoyo, como la que cada viernes recibe el niño con autismo en la sede de Creciendo en Merindades en Medina. El idioma ha sido y es aún el gran obstáculo que les impide ser independientes, además de la falta de un coche y carné de conducir, del que carecen todas las mujeres salvo una y que son vitales en el medio rural.

Paloma Ortiz sigue dándoles gratuitamente clases de castellano dos tardes a la semana. Si hace falta sacarse el carné de conducir, la concejal no lo duda. Tendrán su apoyo. Si hay que pedir más dinero a los villarcayeses para hacer frente a las facturas, se pedirá. La comunidad ucraniana, en Villarcayo tiene su segunda casa y la que, en algunos casos, quizás termine siendo la definitiva. «No les voy a dejar de la mano, porque ya son casi como de mi familia», concluye Natalia Fernández.

Mykhailo Utkin (Misha) | Ayudante de cocina en el Manduca

Mykhailo Utkin (Misha) es ayudante de cocina en el Manduca.Mykhailo Utkin (Misha) es ayudante de cocina en el Manduca. - Foto: Valdivielso

"Quiero ir a la Universidad en España"

Mykhailo Utkin, conocido por todos como Misha, monta cada mañana la terraza del Restaurante Manduca en la Plaza Mayor. En ocasiones en sus oídos lleva unos auriculares con los que está escuchando en directo las clases del Instituto Pedagógico Estatal de Lenguas Extranjeras de Gorlovka, donde continúa estudiando Filología Inglesa a distancia con la vista puesta en convertirse en traductor. En abril cumplirá 18 años, pero hace gala de una extraordinaria responsabilidad para su edad, porque no solo estudia online desde las siete de la mañana para adaptarse al cambio horario, sino que también trabaja todos los viernes noche, sábados y domingos en la cocina del restaurante o allá donde le indican los responsables del Manduca, muy contentos con su trabajo.

Misha, que convive con su hermana y una sobrina de 3 años, tiene a sus padres en Kiev y aunque allí tratan de continuar con su trabajo, son él y su hermana quienes envían dinero a sus padres a Ucrania. Es tajante cuando le preguntan sobre la solidaridad recibida en Villarcayo durante todo este tiempo: "Estoy contento con la ayuda pero lo importante es ser independiente". Él lo ha logrado con cierta facilidad gracias a su juventud, su facilidad para aprender idiomas y el conocimiento de inglés que ya tenía.

Se apresura a explicar que su hermana es economista y trabajaba en banca, aunque aquí estaría dispuesta a realizar otras tareas, si le dan una oportunidad laboral. Cree que la guerra durará. "Soy realista. Es lógico que dure, porque está difícil", explica con su incipiente castellano. Teniendo en cuenta la destrucción que ha dejado a su paso, Misha ya piensa en continuar estudiando en la Universidad española, incluso cuando acabe la contienda, dado que quiere aprender inglés y español a la perfección.

Svetlana Feyzullaera (Sveta es Operaria en Embutidos Ríos.Svetlana Feyzullaera (Sveta es Operaria en Embutidos Ríos. - Foto: Valdivielso

Svetlana Feyzullaera (Sveta)Operaria en Embutidos Ríos

"Las condiciones de trabajo son mejores aquí"

Sveta llega a la entrevista con dos folios escritos, donde explica su paso por Villarcayo y muestra una inmensa gratitud a todos aquellos que la han ayudado. Reside con su abuela en Villarcayo y aunque su madre y sus hermanos también recalaron en la villa en busca la reunificación de la familia, tuvieron que regresar a Alemania ante los compromisos que habían adquirido allí, al ser beneficiarios de ayudas públicas. Pese a todo, esta joven de 32 años, que en su país trabajó de cocinera, se muestra contenta, especialmente por haber encontrado trabajo, en verano en la discoteca el Soto, y desde otoño en Embutidos Ríos. En el Soto está otra de las integrantes de su "familia" española, Inmaculada, la gerente del negocio, y en Ríos da "gracias a Dios" por haber "encontrado una familia de amigos, de compañeros maravillosos", un agradecimiento que extiende a su director.

Se siente "aceptada como nativa" en Villarcayo y aunque pensaba que la guerra iba a ser cosa de dos meses, ha sobrellevado la distancia e incluso ha encontrado un compañero sentimental. Las condiciones de trabajo y los salarios admite que "son mucho mejores" en España que en Ucrania y está sopesando quedarse en Villarcayo cuando concluya la contienda. Su abuela lo tiene claro, ella si que desea continuar aquí.

En Ucrania siguen su padre y un hermano, ambos alistados en el Ejército. Su respuesta a como están es sencilla: "Están mal". La invasión de Putin cumple su aniversario, pero Sveta ahora cree que la contienda puede durar todavía un año más. Llegó de Járkov y atrás quedó una vida llena de proyectos, aunque califica Villarcayo como "un lugar maravilloso", donde ha encontrado muchos amigos también entre voluntarios, como Alejandro (Zebri) y Pilar, que aunque no eran sus responsables directos han acabado siendo su nueva familia.

Oleksander Boyko | Operario en Ribó Fire Systems (Macoin)

"Nunca pensé que nos ayudarían tanto"

Oleksander es parco en palabras. Sus frases son cortas, casi siempre en ucraniano o ruso. El español aún le cuesta, entre otras cosas, porque no ha acudido asiduamente a las clases en la Academia de Paloma Ortiz. Ser padre de cinco hijos conlleva muchas obligaciones y desde julio trabaja en Ribo Fire Systems (Macoin), lo que le resta mucho más tiempo cada jornada. Oleksander y Vira junto a su suegro viven muy felices en Villarcayo, tanto que es uno de los acogidos que está pensando en afincarse definitivamente en Villarcayo con su familia.

Oleksander, de 48 años, antes trabajó en una fábrica de montaje de ordenadores y en el gremio de la fontanería. En su nuevo empleo en la cadena de montaje de sistemas de extinción de incendios, donde trabaja en el polígono industrial, está contento. Pero ve una importante diferencia: "aquí se trabaja más deprisa".

Nunca pensó que la ola de solidaridad iba a ser tanta en Villarcayo. Su familia ha estado y sigue estando siempre arropada por los voluntarios que se ocupan de acompañarle a él o a su mujer al pediatra cuando uno de sus hijos necesita atención médica y recibió un gran apoyo la pasada Navidad durante la hospitalización por neumonía de uno de sus pequeños. La numerosa familia de Oleksander, además, ha crecido en Villarcayo, en mayo con la llegada de su quinto hijo, David, y en septiembre, del padre de su mujer. Albañil de profesión, aún está en edad activa, con 60 años, y está entre los que buscan una oportunidad laboral. Mientras llega se ha ocupado de realizar una importante reforma en el piso de alquiler con cuatro habitaciones que después de mucho buscar encontró la familia. Tanta ha sido la mejora de la vivienda que han realizado que solo pagan los gastos y la propiedad, de momento, no les cobra alquiler.

Liudmyla Sydorenko (Luda)Limpiadora en la posada y restaurante La Taxuela

"Me olvido de las bombas haciendo punto"

 

Luda, de 54 años, está muy contenta en Villarcayo. "Mucha, mucha", dice en su escaso castellano. Ella es de las que trabaja casi desde los comienzos y ha ido a menos a clases de castellano. En la posada y restaurante La Taxuela le dieron una oportunidad el pasado julio a media jornada y en agosto ya pasó a trabajarla completa. Se encarga de la limpieza de todo el alojamiento y el restaurante, así como también de la cocina, con ayuda si hay muchos clientes o, en solitario, cuando la faena es menor. Al principio, necesitaba que la llevasen cada día hasta el negocio, a unos seis kilómetros de Villarcayo. Pero ya ha conseguido incluso comprarse un coche de segunda mano para ser más independiente.

En Ucrania, donde permanecen su marido, su suegra y un cuñado, trabajó en un supermercado y en Polonia, en un hotel, con lo que ya tenía experiencia y se muestra muy contenta con el trato que le dispensan José, Ernesto, Marina... sus compañeros de trabajo. Su experiencia profesional está siendo similar a la que ya desarrollaba en su país, pero allí sus jornadas podían alcanzar las doce horas, recuerda.

Luda, que convive desde que llegó a Villarcayo con las hermanas Rocío y Estefanía del Pozo, se comunica cada día con su familia. Ellos no le hablan de las bombas, pero se informa de los bombardeos cercanos por las redes sociales. Para olvidarlos y evadirse hace crochet. Mantas, calcetines, bufandas o pequeños muñecos de punto entretienen su mente y la alejan del recuerdo de la guerra. Con trabajo e independencia económica, su situación es mucho mejor que la de otros compatriotas. Su hijo, su nuera y sus dos nietas también están entre los afortunados con empleo, puesto que él, con su experiencia como conductor de camiones, tardó muy poco en encontrar un hueco en una empresa de transporte.