Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Parranda

04/01/2021

No es todo lo edificante que hubiésemos deseado, y tampoco es que sirva para dar curso a las esperanzas que habíamos depositado en el nuevo año, pero el caso es que 2021 ya cuenta en nuestro país con su propia estampa icónica: la de esa joven airada que, en trance de ser desalojada de una macrofiesta ilegal en un arrabal de Barcelona, se encara con las fuerzas del orden desnuda del talle para arriba y, por descontado, sin mascarilla que valga. Las imágenes han dado la vuelta a España, y la verdad es que resulta difícil concluir qué sorprende más, si la indiferencia de la muchacha ante una eventual hipotermia, el pavoroso menosprecio de todos los allí congregados por las funestas consecuencias que pueda provocar su insensatez o que los Mossos d’Esquadra tardaran día y medio en poner fin a un tumulto que hacía mangas y capirotes de todas las medidas decretadas para frenar la propagación de un virus que ha acabado con la vida de decenas de miles de personas en nuestro territorio.

También por aquí hemos tenido lo nuestro, como en todas partes, pero, sin tener por qué hacernos de menos, lo cierto es que no se puede comparar el cotillón que improvisaron los vecinos del quinto, o que media docena de ciudadanos quebrantasen el toque de queda en Nochevieja, con la organización de una fiesta salvaje en la que participaron trescientos lechuguinos que pretendían prolongar la farra durante unas cuantas lunas. A uno la noticia en cuestión, además de provocarle la debida repugnancia, le ha valido para aprender en qué consiste una ‘rave’, que es, poco más o menos, una parranda desmesurada en la que el personal se entrega con desenfado al consumo de variadas sustancias estimulantes. Y, de paso, le mueve a preguntarse si no seremos en el fondo unos ingenuos redomados quienes todavía le guardamos fe a la responsabilidad individual, el sentido común y la conciencia cívica de nuestros congéneres como principales armas para aminorar la circulación del virus. De momento, ahí tenemos la primera y estupefaciente fotografía de un año que entedíamos promisorio: la de una dama semidesnuda, plantada en la santa calle y dominada por la cólera porque no le dejan seguir corriéndola unos días más. Qué salero.