Sí, siempre les quedará París a Rick y a Ilsa antes de que el avión parta separándolos para siempre. Y es que París es una ciudad donde suceden hechos extraordinarios. Por ejemplo, la única escena de Casablanca en la que aparece Bogart sonriendo tiene lugar mientras recorre la 'ciudad de la luz' en un descapotable junto a Ingrid Bergman. Son dos segundos, pero reflejan mejor lo que es la felicidad que un baile de Fred y Ginger en una Venecia de cartón.

Precisamente, hace un mes se cumplieron 55 años de aquel mayo del 68, ese acontecimiento en el que la utopía envolvió a la capital francesa e inició su búsqueda de un mundo mejor, un mundo sin reglas, sin leyes, sin restricciones: Prohibido prohibir era una de sus consignas. Abundantes manifestaciones y una huelga general que secundaron más de 10 millones de trabajadores, algo impensable por aquellos días, nos hicieron comprender el verdadero significado de la palabra 'protesta'. Algo murió y nació en ese año en París. Por una parte, ideales maravillosos pero imposibles desaparecieron debajo de los adoquines donde, a pesar de lo que afirmaban aquellos inolvidables lemas, desgraciadamente no estaba la playa. Pero se descubrió que, bien entrado el siglo XX, la queja, cuando conlleva razón, tiene su recompensa. De Gaulle se vio obligado a hacer muchas concesiones, aceptó la jornada de 40 horas y tuvo que otorgar otras ventajas salariales que, de manera menos idealista pero más práctica, dieron sentido a todo aquel histórico episodio. El camino estaba abierto para todos los que sufrieran algún tipo de abuso.

Hace unos días, Burgos y Aranda protestaron masiva y pacíficamente contra la injusticia, contra el sinsentido y la sinrazón dando un 'golpe en la mesa' en un acto de hastío y hartazgo. Ya sabemos que la torre Eiffel queda bastante lejos, ya sabemos que no vamos a pasar a la historia, ya sabemos que Bogart tuvo que cambiar el amor por «el comienzo de una hermosa amistad», pero nosotros no pedimos utopías, solo sentido común.