Fernando González Urbaneja

Cartas desde 44 leguas

Fernando González Urbaneja


Clarisas, 800 años de trayectoria

21/05/2024

Las monjas clarisas de Belorado están escribiendo una tortuosa página en una larga historia de 812 años. Fue en 1212 cuando Francisco y Clara de Asís (ambos santos) fundaron dos órdenes monásticas hermanas; franciscanos y clarisas, que han escrito páginas en la historia monástica y eclesial desde entonces. Hoy la Iglesia registra casi 900 monasterios con ocho mil monjas por el mundo sujetas a la regla de Santa Clara/San Francisco que es la regla de San Benito (padre de todas las reglas) adaptada a su carácter singular presidido por la pobreza y la humildad. 

Pues bien, las clarisas de Belorado (una docena de profesas) han dado de lado una y otra, pobreza y humildad, e incurren en sus opuestos. El mandato de la madre superiora vence a fin de mes y la madre Isabel no lo ve bien. Además, el convento anda embarcado en contratos inmobiliarios de compra venta que tampoco van bien. Y el embrollo escala a un cisma con falsos obispos y secta extravagante por medio. Las monjas insurrectas recurrido a técnicas modernas que incluyen el contrato informativo en exclusiva con una televisión comercial a la que ceden sus testimonios. ¿Qué dirían Santa Clara y San Francisco si pudieran hablar? 

El arzobispo de Burgos tiene que lidiar con el problema del cisma y con la rebeldía de un convento sin futuro. Uno de los 24 conventos de monjas en su jurisdicción con 430 profesas (15% extranjeras) con edad media que supera la ordinaria de la jubilación civil. Al margen del excepcional convento de Iessu Comunio (exclarisas) sito en La Aguilera con más de 200 monjas activas, quedan una media de 10 monjas para cada uno de los 23 conventos restantes, sometidos a la ley de vida de que donde no hay relevo llega la extinción. 

Burgos es rica en románico y en conventos imponentes que suman un gran patrimonio sin futuro con sus propios recursos. Lo ocurrido con las clarisas de Belorado tiene sentido en un proceso de decadencia, y casi extinción monástica, que la Iglesia Católica no tiene fácil evitar. Dotar de nueva vida a los conventos en el siglo XXI requiere más pericia reformadora que la desplegada por Santa Teresa medio milenio atrás.