Hace cinco años el primer gobierno Sánchez liberalizó la autopista de peaje de Burgos al norte; una vez vencida la concesión el ministerio decidió el recate y ofreció libre de pago esa autopista esencial para las comunicaciones burgalesas. Hasta ese momento la AP-1 había convivido con una Nacional 1 que no merecía ese nombre, abandonada de inversiones, de mantenimiento y de mejora por la competencia de la autopista de pago. 

Cinco años después, el mantenimiento de la autopista que fue de peaje es lo más próximo a cero. Pero ahora los atascos en la autopista liberada son moneda común en cuanto aumenta el tráfico o se produce cualquier incidencia en la carretera. 

Liberar peajes suena bien en los partidarios de los servicios públicos gratuitos, pero ignoran que las infraestructuras necesitan mantenimiento y gasto público para mantener su eficacia. Sin mantenimiento hay deterioro y finalmente ineficacia. La voluntad de ofrecer servicios gratis choca con la realidad de que el uso requiere cuidado, es decir gasto. 

Cuanto más tiempo se tarde en actuar en la AP-1, más coste tendrá su puesta a punto. Y nada indica que el ministerio responsable (el que impuso el gratis total) vaya a tomarse en serio las obras precisas, imprescindibles, para que la comunicación entre Burgos y el norte sea, al menos, de semejante calidad a como fue durante varias décadas de peaje. 

No nos hacía felices el peaje de la AP-1, pero nos hacen más infelices los atascos en una infraestructura tan relevante para los burgaleses. En política hay que saber decidir entre los malo y lo peor, y el talento reside en evitar el mal mayor. Puestos a elegir entre el peaje (con mantenimiento) y el gratis con atasco (y más coste de combustibles) sospecho que la elección es sencilla. 

El Ministerio de Transportes trata mal a Burgos y sería bueno descubrir las razones. De momento, la realidad es el maltrato, y la impotencia de la ciudad. Habrá que hacérselo ver y buscar mecanismos de respuesta. Malo fue el peaje, pero peor son los atascos.