Vladimir V. Laredo

Petisoperías

Vladimir V. Laredo


¡Qué calor!

29/07/2020

Por primera vez en unas cuantas semanas, o en meses, el lunes me crucé con un vecino en el portal y, a través de la mascarilla, intuí que me hablaba de algo que no era el monotema vírico y pandémico. No me habló del coronavirus sino que, entre dientes, masculló: «¡Qué calor!». Qué calor, de verdad. Sé que algunos de ustedes, si me leen sin ser de Burgos, quizá no entiendan qué significa que un burgalés diga que hace calor.
Burgos es una ciudad fría e inhóspita. Bueno, quizá no tanto, pero fresquita sí que es. Así que, cuando en la tele anuncia el meteorólogo de turno que en nuestra tierra se avecina una ola de calor, los burgaleses de rancio abolengo sonríen. «Claro que sí», dicen. «Otra ola de calor en Burgos», recalcan. El caso es que lo de que en Burgos se sufra una ola de calor es como cuando los astrónomos anuncian por enésima vez que un meteorito perdido por el espacio se va a acercar tanto a nuestro planeta que podría impactar contra la superficie y desencadenar, a lo mejor, el fin del mundo tal y como hasta entonces lo conocemos. Quiero decir que es algo inaudito que lees atentamente, sopesas con interés y, finalmente, dices: «Ah, pues muy bien. Un meteorito. El meteorito. Otro meteorito». Y es entonces cuando decides que vas a pasar del tema y centrarte en cosas más interesantes. Hasta que resulta que finalmente cae el meteorito y ves que esta vez sí era de verdad. Pues con la ola de calor es lo mismo. Somos capaces de ignorar los avisos y no aceptar que hace calor hasta que te sientas en un banco al sol y sientes partes de tu cuerpo como si fueran los relojes blandos de Dalí, no sé si me entienden. O cuando te subes en el coche que no has conseguido aparcar bajo una tejavana y sientes que tus ojos se cuecen como dos huevos duros hasta que consigues poner en marcha el aire acondicionado, si así lo hubiere.
Vivimos en una época en la que la información lo es todo. Todo corre por las redes, llega a todos los rincones y no se puede alegar ignorancia. Nada escapa a satélites, drones ni nanobots. Todo se sabe. Así pues, amigo burgalés, tú que me lees, hazme caso y actúa en consecuencia si desde aquí te digo: «¡Qué calor!». Porque si nos lo dicen es que lo hace.