Ser autónomo y llevar tu propio negocio nunca es fácil. La ausencia de un jefe que esté por encima podría ser a priori el principal aliciente; no tener a nadie que pueda echar la bronca siempre es bueno, pero también carga de trabajo y responsabilidad a uno mismo. Trabajar por cuenta propia requiere sacrificio, dedicación y una cantidad de horas que harían enloquecer a un inspector del Ministerio.Si encima el oficio elegido es el de panadero, el cóctel está servido en bandeja de plata.
María del Mar De Miguel ha vivido desde siempre rodeada de harina, levadura, barras de pan y hornos de leña. Su padre Eufrosino, de Palazuelos de la Sierra y su madre Inocencia, de Villímar, fundaron la panadería E.De Miguel hace ya 65 años en el barrio burgalés -por entonces alejado de la capital-, y en la actualidad ella lidera el negocio familiar. Desde su puesta en marcha muchas cosas han cambiado; el género no se amasa a mano como entonces, sino que se hace en máquinas, y el reparto ha cambiado las dos ruedas de la bicicleta o del carro y los caballos por las cuatro de la furgoneta que conduce la hija de María del Mar, Carla, y que recorre varios de los municipios del Alfoz de Burgos todos los días menos Año Nuevo y Navidad, las dos únicas fechas en las que el gremio se da una noche de respiro.
«Tenemos al mismo obrero desde hace más de 30 años, mi marido se encarga del horno y yo de la venta.El pan es el mismo de siempre, artesano de leña y sin aditivos», indica María del Mar, que ha hecho del inmueble de la Plaza del Juego de Bolos su hogar, despacho y horno. La tradición y el arraigo suelen tirar mucho a la hora de que una nueva generación decida o no seguir las riendas de los negocios familiares, pero en el caso de la panadería María del Mar tenía claro que quería que Carla optase por otra salida. «Hubiese preferido otra cosa, con los sábados y domingos libres, con vacaciones o sin estar pendiente todos los días, pero las circunstancias de la vida nos han llevad aquí», admite. «Aquí vivimos al día.Hoy somos panaderos, mañana Dios dirá.No nos planteamos el futuro, sino el presente, y hoy debemos ser panaderos y seguir con el negocio del abuelo», indica apresurada Carla.
Los horarios son quizás uno de los peores tragos que tienen que pasar en esta profesión, aunque las dos admiten que no es para tanto. En el caso de las empleadas y propietaria de la panadería E. De Miguel de Villímar, el despertador suena todos los días a las 3 de la mañana. «Mi madre ha nacido siendo panadera y y también. Madrugar nunca nos ha costado, ni hacer nuestro trabajo» asegura la hija.
nuevos modos de consumo. Carla relata esperanzada que, a su juicio, los jóvenes burgaleses están optando de nuevo por alimentarse de una forma más sana. «Mucha gente va a comprar al Mercadona y viene hasta aquí con las bolsas a por el pan», explica su madre, que admite que la presencia de este supermercado les ha restado parte de su caja habitual, así como vida al barrio al haber trasladado, entre otras cosas, la parada de autobús urbano.
«Nuestra clientela casi siempre son fijos», explican madre e hija, que tienen entre su cartera de habituales a vecinos del propio barrio, a gente del final de Gamonal como Casa la Vega, de San Cristóbal o incluso de pueblos cercanos como Villayerno-Morquillas o Villatoro.
Historia
Todo en mundo en el barrio, incluso vecinos de zonas cercanas como San Cristóbal, la carretera Poza o las nuevas urbanizaciones acude a diario a la Panadería E. De Miguel de Villímar, en pleno casco viejo. Eufrosino De Miguel e Inocencia Mata fundaron el negocio hace 65 años, y hace una década pasó a liderarlo su hija María del Mar. Junto a un obrero, su marido y su hija Carla llevan al frente del establecimiento desde 2009, repartiendo su producto por buena parte de la geografía provincial y local. ¿El secreto de la buena marcha del negocio? Un producto de calidad, con el sabor y los ingredientes de siempre, sin aditivos y que aguanta el paso del tiempo. Además, elaboran empanadas por encargo y asan todo tipo de productos en su horno de leña, uno de los pocos que quedan en la ciudad.