El barrio en un mural

ADRIÁN DEL CAMPO
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El ilustrador Nano Lázaro crea la obra más complicada de las que ha firmado en Aranda. La dificultad y el valor está en que retrata a los vecinos más populares de Santa Catalina y a los que fueron héroes en la cuarentena

El ilustrador Nano Lázaro, en primera fila, y varios vecinos de Aranda posan junto al mural del que son protagonistas en pleno barrio de Santa Catalina. - Foto: A. del Campo

Llevaba tiempo con la idea en la cabeza. Desde que pintó su primer mural en el barrio de Santa Catalina de Aranda, a Nano Lázaro no han parado de pedirle una pintura trampantojo en la que interactuaran los propios vecinos, pero siempre la había ido demorando. «Esto lleva mucho trabajo, se pueden hacer cosas más espectaculares en menos tiempo», reconoce el ilustrador ribereño mientras contempla la creación que por fin se decidió a hacer después del confinamiento. A partir de la iniciativa de la Asociación de Comerciantes de Santa Catalina, que busca reactivar sus negocios apostando por el arte en las paredes del barrio, Lázaro por fin se puso manos a la obra.

Con la obra por fin terminada, finalizada ayer mismo, el ilustrador arandino admite que sus temores se han cumplido: «Me ha costado mucho y me ha tenido muy perdido este mural, me ha tenido perdidísimo. Normalmente en seis o siete días lo tengo, con este he estado más de 15 días, más del doble de lo normal. Es un  mural que veo diferente, con lo que me ha costado no sé si merece la pena...». Mientras hace esa reflexión, la idea pierde fuerza con las interpelación de una vecina, que al pasar junto al mural no puede contenerse: «Parece de verdad, muchacho. Muy bien». Esa ha sido la rutina de Nano Lázaro mientras creaba la obra. Cada poco alguien le animaba, otro reconocía a las personas retratadas y algunos le apostillaban: «Falta fulanito». Una cercanía que al artista local siempre le ha hecho sentirse «bien tratado y querido» en Santa Catalina.

Con la cuarentena, el boceto que Nano Lázaro tenía diseñado para este mural ha experimentado algunas variaciones. Si en un principio la previsión era retratar a «gente que ya era popular en el barrio», gente de toda la vida, a estos se han sumado aquellos que se han convertido en héroes de la villa durante el confinamiento, desde quien limpiaba las calles hasta quien animaba los largos días con música desde los balcones, bingos, vermús... «El confinamiento ha hecho que cambie cosas y que la obra adquiera otro sentido. Ya simplemente cuando marqué las ventanas, la gente decía, es un mural por el confinamiento. Estamos tan metidos en la historia que hemos vivido que ya todo lo recuerda. Y bueno, he cambiado detalles, he cambiado personajes, he añadido a gente...», explica Lázaro.

La estructura del mural se la ha marcado la propia pared de la calle Alameda, donde el canalón que atraviesa el bloque le ha divido la obra. A un lado, el artista ha dado continuidad a los balcones reales de los pisos, colocando en cada uno de ellos a uno o varios vecinos, también a su familia, porque quería hacerles un guiño.  Al otro lado, Lázaro ha tirado de imaginación para añadir el punto diferencial a la creación, un falso agujero que simula el cielo y que capta todas las miradas para que luego se detengan y se den cuenta de que no es una pintura más, que es el barrio hecho mural.