Primavera, tiempo de saetas y peinetas, pero también de reivindicación comunera.

Y para peineta, la del presidente de nuestra comunidad -gesto que si no es aceptable para el público en general, más reprochable si viene de cargo público-.

Pero esta estación nos trae algo a lo que tenemos que prestar mucha atención: elecciones del 28 de mayo. 

Los partidos ya se han puesto en clave de ofertas a la ciudadanía que irán desde castillos en el aire hasta tatuajes gratis a cambio del voto, como si en lugar del acto responsable de elegir a quienes nos van a representar, se tratara de un cambio de cromos y nada más lejos de ello.

Veremos proyectos faraónicos -siempre los ha habido- que quedarán en el tintero porque, de lo que tratan es que queden bonitos sobre el papel aunque posteriormente no se realicen argumentando que no ha dado tiempo, que no había presupuesto, que sí pero que no.

De ahí, el importantísimo papel que el electorado jugamos porque tenemos que ser analistas lo suficientemente críticos, valorando y sopesando las diferentes opciones para hacer que nuestro voto sirva de apoyo a quienes consideremos que representarán nuestra idea de ciudad en todos sus aspectos con sensatez, y sobre todo con veracidad en sus propuestas.

Candidaturas unas conocidas, otras de nueva cuño, nos dirán que aterrizan impolutos y que eso les avala para conseguir la mayoría suficiente para gobernar nuestro municipio, pero que eso no nos distraiga.

Repito, para que nuestro voto tenga el suficiente peso para que la ciudad tenga el cambio que se necesita, para que los nuevos gobiernos se ocupen y cuiden de lo cercano, de nuestros problemas diarios y den solución rápida a los mismos, necesitamos análisis en profundidad, comparar, sopesar y votar.

Nos jugamos cuatro años que pueden ser continuistas o de avance, esto último lo deseado.

No les pedimos imposibles, sino realidades.