Alfredo Scalisi

Plaza Mayor

Alfredo Scalisi


Perdóneme, don Luis

26/02/2021

Pero si teníamos nueve o diez años… Si ha pasado toda una vida desde que don Luis nos daba clase en aquellas tardes de primavera en las que el calor nos sofocaba. Y es que por aquellos años, a partir de mayo comenzaba el sol a brillar y hasta el próximo curso no volvía a sacudirnos el crudísimo invierno. Don Luis era un maestro de pueblo, de los de toda la vida, hijo de un médico también de provincias. Él tenía la vocación frustrada de la Medicina, pero como si quisiera quitarse la espina, era un artista en el aula. Explicaba las Matemáticas y la Lengua con una sencillez que recargaba de chistes y de anécdotas que hacía que aprendieras las temidas asignaturas sin darte apenas cuenta. Él sí que daba sentido a la palabra ‘maestro’. Pero lo que mejor hacía don Luis era ‘contar’ cosas. Los viernes por la tarde era el momento más esperado de la semana porque don Luis contaba Historia Sagrada. Comenzaba a narrarnos aventuras del Antiguo Testamento y nosotros, hipnotizados, escuchábamos como si estuviéramos viendo una de aquellas entretenidas películas bíblicas de Cecill B. DeMille tipo Los Diez Mandamientos. Ninguno de los mejores guionistas americanos superaban a don Luis, que solamente con el humo de su cigarrillo y con sus palabras creaba una especie de cine sin pantalla que levantaba nuestros aplausos. Un día, la lección del libro hablaba de cómo sería la TV del año 2000 y un niño dijo: «¿Cuántos años tendremos en el año 2000?».Y afirmó don Luis: «Tendréis 32 años, yo seré un viejecito lleno de canas, os veré por la calle y os diré: hombre Juanito, te acuerdas toda la guerra que me diste…». Todos reímos, el tiempo pasó y a cada uno nos llevó por nuestro lado. Y un día del año 2000, lo juro, vi por la calle a don Luis, a quien no había vuelto a ver desde que tenía 10 años. Se conservaba bien y a mí me entró el dilema de qué hacer: saludarle, presentarme, seguro que no me recordaría, habían pasado tantos años… Tuve que decidir y me equivoqué. Miré a otro lado porque me dio vergüenza. Espero que con esta columna, allá donde esté, sepa usted perdonarme de mi terrible error. Gracias por todo lo que me enseñó.