Vladimir V. Laredo

Petisoperías

Vladimir V. Laredo


Garabatos

01/12/2021

Iba el otro día tranquilamente camino a casa por el bulevar, como casi siempre volcado en mis pensamientos, cuando me llamó la atención un chaval, allí, a lo lejos. La bicicleta que llevaba estaba descuidadamente tirada en el carril bici, y él, en cuclillas, parecía estar colocando algo sobre una caja de la luz gris, grande, cercana al bordillo. Di por sentado, porque a veces soy así de inocente, que estaba poniendo algún cartel, alguna pegatina o algo así. Cuando terminó, se puso de pie frente a la caja, la miró, recogió raudo su bicicleta, se subió en ella y, sin sentarse en el sillín siquiera, empezó a pedalear como si le fuera la vida en ello, como si le persiguiera un enemigo invisible, paso a mi lado como una exhalación y, para cuando quise darme cuenta, miré hacia atrás y ya prácticamente se había esfumado.

Según me acercaba a la caja de la luz, me di cuenta de que no era un pegador de carteles ni uno de esos que ponen pegatinas por todas partes, no. Había visto en directo la actuación de un garabateador de paredes, puertas, ventanas, farolas, cajas de la luz, mobiliario urbano, en fin, lo que pille. Me dio el tiempo justo a ver que no era más que un chaval, un chaval cualquiera, con pantalón de chándal y calcetines blancos por fuera. Claro que, a ciertas edades, todos pueden parecer chavales, sin poder saber exactamente de qué edad. La caja, dividida en cuadrantes, no había conseguido que uno solo de ellos quedara sin la marca, aún fresca, del chaval de marras. Y no les voy a engañar, la 'firma' no era más que eso, una forma ilegible, un borratajo, apenas una mancha, un garabato. Y ni siquiera un garabato bonito.

Seguí mi camino, lamentando no haber hecho con el chaval y su bicicleta con mi paraguas lo mismo que hacen en la tercera de Indiana Jones con la moto de un nazi que persigue a Indy y a su padre, pero esas cosas en realidad solo las hago en mi imaginación. Seguí, camino a casa, observando las paredes, las puertas de garaje, los bancos verdes del bulevar. Todos con su garabato. Me hizo pensar que, a lo mejor, quienes firman son los fabricantes de las cosas que ensucian, pero quizá no lo sepamos y ellos se ven obligados a reivindicarse. Quizá es eso.

                              @VladimirConV