Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


En la grada

20/12/2021

El fútbol, lo sabemos de sobra, provoca pasiones desbordadas, y la mayoría de los aficionados que pueblan los graderíos no se conducen precisamente con la urbanidad que distingue al público de la ópera: más bien alientan ruidosamente al equipo de sus amores, intentan desmoralizar al rival con rimado menosprecio y cargan airadamente contra cualquier decisión arbitral que perjudique sus intereses, así se trate de ese penalti decretado por una patada alevosa o aquel fuera de juego que se puede medir en varas castellanas. 

Ocurre que, acaso por esa vehemencia connatural al espectáculo futbolero, los estadios son aceptados desde tiempos inmemoriales como espacios de insólita permisividad donde se toleran incluso los insultos más gruesos, y en los que el personal se siente facultado para cuestionar públicamente la honestidad de la madre del señor colegiado, escarnecer al portero rival por su hipotética orientación sexual y corear toda suerte de degradantes venablos contra la afición visitante. El caso es que el Burgos, en su temporada de regreso al fútbol profesional, acumula ya tres denuncias de la Liga por este tipo de comportamientos, y los responsables del club se resignan ya a una sanción económica contra conductas que, por reiteradas, amenazan con ensuciar la imagen del equipo y de la ciudad misma.

Hace ya tiempo que las autoridades deportivas persiguen las expresiones racistas, xenófobas y en general denigrantes en los campos de fútbol, pero lo cierto es que estas se resisten a desaparecer con la misma facilidad con que ha desaparecido de las gradas el humo de los puros. Un buen amigo seguidor del Burgos, al que llamaremos Pascual para despistar, le ha dado muchas vueltas al asunto y fantasea estos días con fundar una peña que, bajo el nombre de 'El decoro blanquinegro', jalee al equipo bajo los dictados de la educación más exquisita, lejos de los vejámenes de costumbre, e imagina a un peñista que salta de su asiento y grita a voz en cuello «¡Árbitro, respeto tu criterio pero no lo comparto!», en tanto los jóvenes más exaltados cantan al compás «¡Disiento, disiento…!». La idea no se antoja demasiado realista, pero, qué quieren que les diga, cosas más raras se han visto por esos campos de Dios.

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