La sanidad tiene problemas financieros, pero hay mentes brillantes que dan pistas para resolverlos. Recientemente, un colaborador de este diario titulaba su columna Enfermedades 'voluntarias' explicando la conveniencia de cuestionarse la financiación del tratamiento a aquellos que son culpables de su enfermedad incluyendo el alcoholismo, tabaquismo, diabetes, hipertensión y sida. Si por tu mala cabeza o tu disoluta vida enfermas, allá te las compongas, que el dinero público hay que invertirlo en la gente de bien. Es decir, que habría que recuperar los antiguos certificados de buena conducta para tener acceso al tratamiento médico pertinente. Pero si estás en el listado de pecadores elaborado por algún departamento de buenas conductas del futuro Ministerio de Sanidad no tendrás derecho a recibir tratamiento, aunque ese planteamiento no incorpora la exención de impuestos a los culpables que como penitencia quizás, contribuirían con su aportación a financiar los tratamientos de los no culpables a los que se otorgan todos los derechos. 

Diabéticos, fumadores, hipertensos, obesos, librepensadores estáis todos en peligro, cuando se inicie el proceso de selección caeréis como moscas, la sanidad pública os dará la espalda, no sois rentables y además dais mal ambiente, sois caros, producís poco y aquí vales si produces, que el capitalismo y la buena moral tienen sus condiciones y así, poco a poco, los impuestos se emplearán con quien los merece y equilibraremos la balanza financiera que es de lo que se trata. Puede que la lista se amplíe a tetrapléjicos por saltarse un stop, a depresivos sin motivo por reclamar tanta atención y consumir tanto fármaco, a quemados por imprudencias en la cocina o a mujeres embarazadas tras una violación provocada por ellas al llevar la falda demasiado corta. 

Está hecho, la salud económica y moral de la sociedad va a mejorar, cómo no se nos había ocurrido antes. Bueno, a alguno ya se le ocurrió hace años con la Solución final, quizás aquél sea familiar directo de éste columnista el cual ha superado a su antecesor ampliando el diafragma de los grupos a depurar. 

Como dijo Machado, algunos usan la cabeza para embestir porque no les da para pensar.