La "excepción ibérica" acordada por la Unión Europea para que España y Portugal puedan adoptar medidas específicas contra los elevados precios de la energía, sin que todavía sepamos cuáles van a ser esas medidas, esconde, como casi todas las medidas de Pedro Sánchez, una huida hacia adelante o, mejor, una huida hacia ninguna parte. En eso y en la utilización de palabras vacías, Sánchez no tiene rival. Es el mejor. En vísperas de su entrevista con Alberto Núñez Feijóo, ya ha adelantado cuál va a ser el camino del diálogo y los pactos entre los dos partidos: "Los populares tienen que decidir si prefieren estorbar o ayudar al Gobierno". Empezamos bien.
La excepción ibérica lo es en todo, al menos en España. En el terreno energético, después del abandono, por razones ideológicas y demagógicas, de la energía nuclear y de la decidida apuesta por las energías renovables, somos uno de los países menos autosuficientes de Europa. Y tras la decisión sobre el Sáhara, el gas argelino nos va a costar no uno sino varios riñones.
En lo económico, nuestros datos de inflación duplican los de Francia y son un cuarenta por ciento superiores a los de la media europea. La deuda y el déficit públicos andan desbocados. Nuestras cifras de desempleo siguen siendo trágicas y nos sitúan a la cola de Europa. Echar la culpa a la pandemia y a la guerra en Ucrania, además de una mentira, es solo una manera de reafirmar que, efectivamente, somos una excepción en Europa.
En la educación, que es el pan de hoy para que mañana haya menos hambre, no se puede hacer peor. Y encima lo presentan con orgullo. Estamos bajando el nivel de nuestros estudiantes, eliminando, otra vez por razones ideológicas y no pedagógicas, aspectos y materias fundamentales para la formación de los ciudadanos, desarmando a los profesores y convirtiendo la Universidad en un parvulario.
No incentivamos el emprendimiento ni escuchamos las legítimas protestas de quienes, a pesar de la crisis, tratan de crear o mantener el empleo y defender sus puestos de trabajo y, sin embargo, tenemos unos sindicatos, bien alimentados por el dinero público, escondidos en sus madrigueras a pesar de que la situación social de las clases medias y bajas, la inflación desbocada o la subida disparada de la energía sitúan a las familias en una situación cercana a la tragedia. Si en vez de gobernar Sánchez gobernara la derecha, las calles estarían incendiadas.
La situación de instituciones básicas del Estado como el Consejo del Poder Judicial o la Fiscalía General del Estado es insostenible. Y en este último caso además es bochornosa. Sufre tanto el Estado de Derecho que es difícil que podamos llamarlo así.
En fin, el debate político brilla por su ausencia. Es un trampantojo. Fallan los políticos, no el sistema, que también tienen algunos agujeros. Tenemos al frente de la política y de las instituciones a algunos de los líderes menos preparados, menos brillantes y con menor sentido del Estado de toda Europa. Y eso es lo que hace de verdad la "excepción ibérica", perdón, la excepción española. Portugal no tiene la culpa de nuestros problemas, de ese intento de disfrazar la incompetencia con la manipulación del lenguaje y de los sentimientos.