«Escuchábamos los gritos de algunas mujeres pidiendo auxilio»

F.L.D.
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Los vecinos del número 15 de la calle San Francisco llevaban meses quejándose en la Comisaría por el trajín de los clientes

Uno de los inmuebles registrados se ubica en el número 15 de la calle San Francisco. - Foto: Patricia

No fueron pocas las veces que los vecinos del número 15 de la calle San Francisco, en el centro histórico alto, llamaron a la Policía Nacional para quejarse de los ruidos, gritos y trajín de personas que cada día se escuchaba en el piso cuarto. Fue, de hecho, una de las cuestiones que permitió poner sobre la pista de esta organización criminal de trata de personas a los agentes de la Brigada de Extranjería. Por eso, cuando el pasado martes 15 de marzo entraron en este domicilio, a nadie del bloque pareció sorprenderles. 

«Ya era hora», dijeron los vecinos de este bloque donde hasta hace unos meses reinaba la paz. Los moradores de uno de los domicilios del cuarto piso llevaban desde el pasado verano, más o menos, instalados. Las molestias no tardaron en llegar, cuentan residentes de esta comunidad. «Se empezaron a ver cosas raras desde el principio. Venía mucha gente a horas anormales. Estaban continuamente tirando de la cisterna del inodoro, se escuchaba música, conversaciones sobre dinero y servicios... Era un descontrol», narran. 

Esos primeros ruidos, que en muchas ocasiones se convertían en molestias por las horas en las que se producían, ya levantaron las sospechas de los propietarios, que se percataron de que el piso era en realidad un club de alterne clandestino. Llegaron entonces las primeras denuncias en la Comisaría Provincial, que a la postre fueron definitivas para desmantelar la organización. Pero mientras los investigadores recababan información, los problemas fueron 'in crescendo'. «Estaba claro que ahí se consumía droga. Algunas paredes son de papel y se les oía hablar de gramos. También había olor a porro», comentan algunos de los vecinos. 

Nadie podía descansar, insisten. Mucho menos cuando a todas estas molestias se sumaron los gritos de algunas de las chicas. Según aseguran algunos de los residentes, una noche llegaron a escuchar a una mujer pidiendo auxilio. «Salió al portal de madrugada, pero inmediatamente fue detrás un hombre que la tapó la boca y la metió otra vez en la casa». 

Algunas de las víctimas que decidieron denunciar su situación también narraron episodios violentos de este tipo, aseguran fuentes cercanas al caso consultadas por este periódico. Según comentaron, el cabecilla las amenazaba continuamente con hacerles daño a ellas o a sus familias en Colombia cuando le decían que no querían seguir prostituyéndose. Es más, en alguna ocasión llegó a utilizar una pistola para poder amedrentarlas.