La prudencia marca el primer día sin mascarillas en interiores

M.U.-B.G.R.-L.M.
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La mayoría de clientes y trabajadores prefirieron mantenerla puesta. En la UBU se siguió el consejo de no quitársela y los colegios recibieron el 'ok' de la Junta para poder eliminarla

En los bares y cafeterías algunas personas entraron sin mascarilla pero la mayoría se la quitó solo para comer y beber. - Foto: Luis López Araico

El fin del uso obligatorio de las mascarillas en interiores, salvo las excepciones que marca el Gobierno central y las decisiones de cada empresa, no significa que haya obligación de quitárselas. La mayoría de los burgaleses optaron ayer por esta última opción, ya fueran a comprar a una tienda o a tomarse un café a un bar, lo mismo que hicieron los trabajadores de estos sectores o del ámbito industrial. La prudencia imperó, al igual que en el campo de la educación, donde los universitarios siguieron la recomendación de la UBU, mientras que los centros educativos recibieron a las once y media de la mañana la actualización del protocolo que ponía fin a esta medida.

La mañana de ayer fue de gran movimiento en el centro. La mayoría de los transeúntes, bien porque aún no han pasado la covid y no quieren arriesgarse a contagiarse a estas alturas, o bien por seguir siendo prudentes, continuaron usando la mascarilla por la calle, a pesar de que dejó de ser obligatoria el pasado febrero. En los comercios también se palpaba el recelo a quitársela debido a que muchos son locales pequeños, el trato con el cliente es cercano y resulta difícil guardar las distancias. «En la tienda vamos a seguir llevándolas durante una temporada, así el consumidor se siente más seguro y nosotras también», comentaba Carmen, de la zapatería Paco. En todos los negocios, salvo dos o tres clientes a los que ya se les veía la cara, el resto entraba con el cubrebocas y alguno incluso llevaba uno doble. 

En los bares la situación fue dispar. Mientras los camareros decidieron mantenerla por voluntad propia, muchos clientes ya accedían al establecimiento sin ella, algo que no sorprende al sector. Goyo, camarero del Café Moeda, comentó que esta circunstancia no le era ajena, así como el hecho de quitarse la mascarilla nada más pedir, por lo que, a su juicio, tampoco ha supuesto mucha diferencia. 

Trabajadores y clientes de los comercios con el cubrebocas puesto. Trabajadores y clientes de los comercios con el cubrebocas puesto. - Foto: Luis López Araico

Lo que sí ha frenado más a los burgaleses a la hora de prescindir del cubrebocas es que este haya dejado de ser obligatorio al acabar la Semana Santa. Durante las vacaciones se ha salido más, las relaciones sociales han aumentado y los contagios han ido en ascenso. La gente tiene ganas de volver a la normalidad, pero no hay que olvidar la responsabilidad. Para muchos ha sido una decisión precipitada y otros, aunque continúen siendo cautelosos, la veían necesaria. Además, las personas mayores siguen temiendo por su salud y prefieren salvaguardarla de esta forma.

En otros ámbitos como el de la educación, la Junta esperó a conocer el texto del BOE para actualizar su protocolo de seguridad, recogiendo así la no obligatoriedad de usar la mascarilla por parte del alumnado y del personal del centro, a excepción de los alumnos de más de 6 años cuando vayan en transporte escolar. No obstante, recomienda su empleo en espacios cerrados cuando haya personas vulnerables y no se pueda mantener la distancia de seguridad. 

La notificación llegó a los colegios e institutos sobre las 11:30 horas. Lo primero que hicieron los equipos directivos fue informar a los profesores, las familias y los escolares, dado que se mantenía la medida sanitaria a falta de notificación oficial. En el colegio Juan de Vallejo el anuncio se realizó por megafonía y provocó gritos de alegría de los alumnos, según relató su directora, Beatriz Torres, la mitad de los cuales, al igual que los docentes, optaron por quitársela.

Estudiantes y profesores respondieron a la recomendación de mantenerla en las clases.Estudiantes y profesores respondieron a la recomendación de mantenerla en las clases. - Foto: Jesús J. Matías

En otros casos como el Jueces de Castilla o el Padre Manjón fue menor el porcentaje que se decantó por esta última opción, aunque sus responsables prevén que hoy pueda generalizarse su supresión. Los alumnos de Secundaria también decidieron mantenerla. Lo hicieron en torno al 90% en el instituto Comuneros de Castilla, aunque su director tenía clara la eliminación antes de la comunicación oficial.

Con cautela. Respecto a la enseñanza superior, los universitarios siguieron mayoritariamente la recomendación de la UBU de continuar usándola en espacios interiores y cuando no se pueda mantener la distancia. Este colectivo ha visto con buenos ojos la decisión, sobre todo cuando en el aula se concentran muchos alumnos, y en las clases eran excepciones aquellos que no la portaban. «La lleva todo el mundo», reconocían Neus y Nerea a las puertas de la Facultad de Económicas, reconociendo cierto «reparo» por el hecho de ser el primer día sin esta obligación. A pesar de todo, las ganas de suprimir el tapabocas eran generalizadas, tal y como reconocía Javier, que la mantiene en clase a petición de la profesora pero no en los pasillos, y consideraba que debía respetarse la decisión de cada uno.

En el lado de los docentes, María del Mar Delgado, de Introducción a la Contabilidad, prefiere mantenerla porque le gusta moverse por la clase y estar cerca de los estudiantes para hacerles preguntas, lo que hace que no pueda respetar la distancia. En lo que respecta al alumnado, aseguró que el uso de la mascarilla fue generalizado, ya que la recomendación de la Universidad «la han asociado a una responsabilidad individual».

Delgado reconocía que «todos tenemos muchas ganas de ir sin ella», aunque también aseguraba que «estamos en el paso de adaptarnos a la nueva situación». De cierto «reparo» también hablaba el profesor de Economía Carlos Larrinaga, aunque señalaba que para los docentes supone un alivio poder impartir clase sin ella. «Me la voy a quitar siempre que pueda mantener la distancia porque es mucho más cómodo no solo para el que habla sino también para el que escucha», sostenía, no sin antes admitir que «al principio resulta un poco raro». En este sentido, valoró la importancia de la expresión facial y admitió que se ha encontrado con situaciones en las que «he impartido una asignatura completa a un estudiante al que nunca le he visto la cara». No obstante, ve «razonable» que la institución académica haya recomendado su uso hasta final de curso en clases o reuniones en las que se concentran muchas personas y «no se trata de un grupo homogéneo».

Entre la gran industria, apenas Mahou-San Miguel arrancó la jornada laboral con la libertad de no portar la mascarilla en los interiores. Sin embargo y una vez se conoció el Real Decreto, fueron varias las fábricas que, tras reunirse con sus comités de prevención, decidieron seguir la estela de la cervecera. Fue el caso de la planta de Benteler, donde se abrió la posibilidad de retirarla salvo en los servicios médicos y los autobuses. En el Instituto Tecnológico de Castilla y León (ITCL) fueron muchos los que tampoco la portaron.